domingo, 6 de enero de 2008

Viajar a los Fiordos. De cuando la tierra era agua

Robustas pero ligeras, adaptables a la encrucijada costera pero de materiales fuertes... Así eran las naves, llamadas 'drakkars', que ya en el siglo VII los vikingos usaban para adentrarse en el paraíso acuático de los fiordos noruegos. El viajero de hoy en día ha de poseer las mismas cualidades que aquellas naves y el mismo carácter aventurero de aquellas tribus para realizar este viaje mágico. Poseer la fuerza necesaria para que el silencio, único habitante de aquel reino último de la tierra, abra una nueva percepción. Una forma de hacer turismo hasta ese momento desconocida.

La ruta de los fiordos va desde Bergen a Trondheim. Un espacio de cientos de millas serpenteantes que en el interior del visitante se convierte en una distancia glaciar. Ya la palabra fiordo, procedente del noruego 'fjord', define un antiguo valle ocupado por las aguas después de la fusión del hielo. Su característica principal y lo que los hace únicos para el resto del globo terráqueo, es su penetración en el interior de la tierra y lo escarpado de sus costas.
Un viaje en el tiempo que no sólo está hecho de frío. Los noruegos, habitantes en armonía con su ecosistema, gozan de aquel espacio como si de una casa abierta al cielo se tratara, integrándose en ella de la manera más civilizada. Así, sorprende la identificación humana a su orografía, concediendo a cada fiordo un nombre propio vinculado, en algunos casos, con su tradición más misteriosa y entrañable como es el caso de los "trolls".

Un lugar al filo de lo inmaterial en el que el visitante puede tomar conciencia de lo que es flotar en todos sus sentidos: navegar corporalmente y dar rienda suelta al ensueño serán sus armas básicas de viaje. El color y los matices luminosos que los glaciares emiten pronuncian el secreto de una tierra habitada por lo humanamente desconocido. De esta manera, es un itinerario que se precipita sobre aquellos viajeros de personalidad intrépida, más aventureros y que vinculan turismo a naturaleza y conocimiento.

Como si de adentrarse en una acuarela virtual se tratara, los fiordos se debaten acuáticamente entre las diferentes tonalidades de azul y verde. Su formación es tan precisa que requiere de unos once metros cúbicos para formar un metro de una lengua de hielo glaciar. La transparencia de las aguas despunta con un contraste inigualable al filo de la oscura roca. El verde es aquí esmeralda; el azul intenso y el gris que a modo de manto vigila tan sigiloso paraje, contiene la profundidad que la vida acuática abarca.

El viaje por mar más hermoso del mundo
La ruta comienza en la que es la segunda ciudad de Noruega: Bergen. Importante puerto comercial y pesquero, situado en la pequeña península del fiordo de By. Este lugar tiene una doble atracción para los amantes de la música. El compositor Edvard Grieg nació en dicha localidad, siendo el representante de la música más autóctona.

A partir de aquí, son dos mil quinientas las millas que quedan para llegar hasta el norte y más allá del norte: Kirkenes. Un espectáculo cómodo que la compañía Expreso de la Costa se encarga de hacer algo para el recuerdo. Ésta goza de su propia leyenda: en el año 1881 el asesor nacional de buques, August Kriegman Gran, pensó en la posibilidad de establecer un servicio marítimo que uniera Trondheim y Hammerfst. La oferta fue rechazada por multitud de empresas navieras por considerar la navegación imposible en los meses de invierno. Fue en 1893 cuando la compañía Vesteraalens tomó la arriesgada iniciativa como viable y en ese verano un barco de vapor recorría la ruta con nueve escalas. El barco se hizo popular y los habitantes del norte esperaban la llegada de éste como si de un milagro se tratara. Aquí se 'rompió el hielo' de tan temido trayecto para otras compañías, que comenzaron a animarse a realizarlo ellas también.

Bergen se convirtió así en el puerto de salida más meridional del Expreso de la Costa, sumándose en el año 1914 el puerto de Kirkenes como posibilidad real. Si la razón principal fue el transporte de mercancías, pronto se pensó en el turismo, ya que la posibilidad de que el hombre pudiera llegar a lugares inaccesibles era algo más que un viaje. Se trataba de cumplir un sueño para los propios pobladores de aquellas regiones que por fin podrían ver con sus propios ojos las maravillosas Islas Lofoten; el fiordo del Troll o el único Cabo Norte. Actualmente esta ruta es conocida como "el viaje por mar más hermoso del mundo".

Hoy en día el crucero por excelencia consiste en hacer escala en treinta y cuatro puertos. El barco se adentra mil kilómetros en el Gulf Stream sin olvidar el siempre deseado lugar culminante desde donde se vislumbra el fenómeno natural del Sol de Medianoche. La naturaleza se hace dueña de los pueblos que esperan a la orilla, siendo verdes en verano y blancos en invierno. Tradicionales enclaves que permiten la improvisación de los trepidantes viajeros, puesto que el barco permite quedarse en el punto de la ruta que se desee, sin necesidad de llegar al final del trayecto marcado. A la hora de volver también hay lugar para la renovación, puesto que una nueva ruta se abre al visitante: la terrestre que permite visualizar desde la altura lo que en el barco era una visión más plana.

La ruta por ferry
Otra alternativa para recorrer los fiordos es la que presenta la modalidad alternativa entre tierra y mar. Aquí son imprescindibles los ferrys que comunican las dos orillas de estos pasillos acuáticos. Es aquí donde se pone a prueba la capacidad aventurera del turista, que tendrá que estar abierto a horarios menos fijos y a dejarse absorber por el descubrimiento de nuevos territorios. Es importante resaltar que conformando una unidad paisajística, los fiordos del norte y los del sur sugieren e invitan a una experiencia turística totalmente diferente.

Los fiordos del sur son más abiertos geográficamente; más amplios y más accesibles. Se encuentran cercanos a ciudades más visitadas y pobladas y mejor comunicadas con el resto de las comunidades y de Europa. Desde ellas es posible navegarlos en recorridos breves y de forma más convencional. Los fiordos del norte, por el contrario, hablan de un recorrido más misterioso; introduciendo al visitante en las proximidades del Círculo Polar Ártico. Esta zona no está directamente vinculada al turismo, sino al desarrollo industrial y tecnológico de sus ciudades, que se muestran más sobrias y severas. Recientemente se ha iniciado un proceso de expansión de cara a los visitantes, que pretende satisfacer a viajeros con alma más de exploradores que de turistas.

Entre soles y ballenas
La más gratificante culminación de este trayecto viene de la mano de la contemplación del mítico sol de medianoche en el Cabo Norte. Lugar emblemático por ser el extremo más cardinal de la placa continental. El fenómeno, que se da únicamente entre el 15 de julio y el 15 de agosto, consiste en que, tras su recorrido diurno, el sol alcanza el horizonte sin llegar a ocultarse y se eleva de nuevo hasta su cenit, provocando un efecto luminoso que persiste durante toda la noche y la madrugada. El crucero norteño invita también a acercarse al archipiélago de las Islas Lofoten, emergentes montañas de tres mil millones de años de antigüedad, siendo así de las más viejas del mundo. En ellas los pueblos pesqueros siembran el lugar, incorporándose al rotundo silencio de una tierra más allá de la tierra.

Y para aquellos que deseen incorporarse a la vida de las ballenas, los diferentes touroperadores facilitan una excursión extra donde es imprescindible permanecer paciente para que los saludos y coletazos de estos grandísimos mamíferos rodeen la embarcación desde donde les observamos. Una experiencia inolvidable para los amantes de la naturaleza más primitiva.

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