lunes, 7 de enero de 2008

Viajar a Isla Pago Pago, la historia de Samoa Oriental

Pudiera ser la auténtica isla que Robert Louis Stevenson describió en "La isla del tesoro", pero el viajero no se encontrará en Pago Pago con las inquietantes historias de piratas y marineros en torno a la búsqueda de un preciado tesoro, sino con la tranquilidad de un paisaje lleno de montañas, la brisa y el viento que azota el mar y palmeras enfiladas al lado de plataneras en flor. Pago Pago respira paz, armonía y tranquilidad por ello son numerosos los estadounidenses que huyendo de las grandes urbes se han instalado allí.

Según la tradición nativa, las islas Samoa constituyeron el primer hogar de la raza polinesia, y desde aquí sus colonos poblaron otras islas polinesias del pacífico. Las islas Pago Pago constituyen junto a un grupo reducido de islas circundantes; las islas Tutuila, el grupo Manua y las islas Aunuu, Rose y Swans. Entre ellas se hayan algunas de carácter privado, compradas por los grandes magnates norteamericanos. Toda la Samoa Oriental, territorio de ultramar constituido como una dependencia de Estados Unidos; está compuesto por un grupo de siete islas situadas al sur del océano Pacífico. Su superficie total es de 200 Km cuadrados y con una población entorno a los 50.000 habitantes.
Estas islas al igual que Pago Pago son atolones coralinos, con montañas de origen volcánico. Pago Pago en Tutuila es la sede del gobierno territorial y cuenta con uno de los mejores puertos del Pacífico meridional. Los habitantes de Pago Pago se dedican a la agricultura, la pesca del atún y el turismo. Los principales cultivos de Pago Pago son el árbol del pan y ñame, taro, coco, plátano, naranja, piña y papaya. Los productos que exportan al exterior son conservas de atún, esterillas y otros productos artesanales.

Testigo de la historia
Primero fueron los europeos los que cercenaron la isla y a quienes samoanos y polinesios tuvieron que soportar su obcecación en conquistarlos. El primer europeo que visitó las islas fue el navegante holandés Jacob Roggeveen, en 1722. En 1768, Louis Antoine, conde de Bougainville explorador francés, bautizó el grupo de islas con el nombre de los navegantes. Durante el siglo XIX Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos establecieron bases comerciales en las islas. Más tarde sería el asedio de los norteamericanos el que estas islas de frágil aspecto soportarán, cuando en 1878, Estados Unidos se anexionó las Pago Pago para utilizarlas como estación naval de aprovisionamiento de carbón. Con la llegada de la era moderna y el siglo XX, las Pago Pago también fueron testigos de la historia con sus propios ojos. El Apolo 13, llevando a bordo al Veterano Lovell, a Fred W. Haise y a John L. Swigert estuvo muy cerca del desastre. El aparato sufrió una avería en uno de sus tanques de oxígeno. Tuvieron que cancelar el alunizaje y utilizando los sistemas de emergencia se consiguió traerlos de vuelta a la tierra, aterrizando al sur de las Pago Pago.

Samoa, lugar de descanso y reflexión
Samoa, zona en la que están insertadas todas las islas que rodean a Pago Pago, es un lugar idóneo para la reflexión el descanso y el cultivo de la mente. Su incomparable belleza natural, su paisaje verde y oscurecido por la lava de sus volcanes, y el fondo del mar cristalino ronroneando en las orejas del visitante hacen de estas islas el paraíso de la tranquilidad. En los últimos años estas islas se han convertido en uno de los destinos turísticos más codiciados, ya que son muchos los magnates norteamericanos que disponiendo de grandes cantidades de dinero compran una isla entera para ellos. Pero no sólo las personas con grandes cantidades de dinero se evaden de la ciudad. En la isla de Upolu, hay un lujoso hotel llamado Coconut abierto por una pareja de abogados norteamericanos que decidieron dejar atrás el estrés de Los Ángeles y recorrer el mundo buscando un paraíso. Este matrimonio, los Rose encontraron su edén particular en Samoa. Pero mucho tiempo antes uno de los escritores más destacados de la literatura Universal Contemporáneas vivió, murió y está enterrado en este lugar porque quería un lugar tranquilo para su descanso eterno. Su casa museo está situada en la isla de Upolu, en Vailima. Para visitar esta casa- museo lo mejor es alquilar un coche de la isla, pero antes el permiso de conducción ha de ser visado en la policía.

En la finca de Vailima, que significa cinco ríos, no hay una hierba fuera de su sitio. Para ir a la casona de madera blanca donde vivió Stevenson con su familia y donde residieron los jefes del estado de Samoa hasta 1989, se camina por una pradera reluciente. Un amplio porche da al jardín y desde la larga terraza de madera se domina el bosque y el monte vaea sin que nada ofenda la vista. La visita cuesta 15 talas, moneda de ese lugar. Después tras haberse descalzado el visitante se desliza, o quizá flota por la impecable madera de teca hasta el cuarto con chimenea, que como buen escocés, mandó poner el propio Stevenson. En la planta superior está ubicado el despacho del escritor, con una pequeña y elegante mesa de caoba y unas golpeantes estanterías lacadas de blanco que, sin embargo, contienen algunos libros de la biblioteca original. Entre ellos se pueden observar una magnífica edición en cuero de "Don Quixote of La Mancha" y un libro sobre "Columbus", en la estantería también hay un voluminoso estudio sobre Napoleón.

Una librería acristalada al fondo de esta sala, acoge las traducciones. España está presente con una edición de bolsillo de "La isla del tesoro". Justo al lado se conserva la pequeña cama donde Stevenson se tumbaba cuando no podía más. El dormitorio de Robert Louis y Fanny, su esposa, con camas separadas, no se priva de otro escritorio, davenport en este caso, y de un tocador victoriano. La habitación del hijastro Austen sigue teniendo su arco y carjac colgados de la pared. El cuarto de la hijastra Isabel, la más solícita secretaria que pudo soñar Stevenson, está decorado con sus dibujos. Al rebasar estas cámaras incluidas la de la madre del escritor, que se trajo sus muebles desde Edimburgo se abre un rellano que aún llaman el Hospital. Un camastro metálico con un largo mosquitero y un armario con instrumental y medicinas. Ahí murió Stevenson, un viejo cazador y marinero en sueños escupiendo sangre a los 44 años.

Las delicias del mar
En las islas Pago Pago se pueden practicar todos los deportes que el viajero quiera realizar en presencia del mar, desde submarinismo, practicar la pesca del atún, nadar simplemente. El viaje a estas islas de Samoa ha de ser necesariamente relajado, ya que sus habitantes, su flora, su fauna, y toda la isla en general rebosa tranquilidad, sosiego y bienestar en un entorno natural que ha que disfrutar pausadamente. El agua juega un papel muy importante en esta isla, ya que está plagada de acantilados y de riachuelos que dan a parar a lagos con cascadas inmensas y pendientes desorbitantes. Una de las curiosidades más singulares de la isla y de todas las islas Samoanas es el uso de materiales naturales para realizar esculturas al aire libre. Los isleños utilizan los troncos de las maderas, a los que dejan los flecos que tienen a ras del suelo para realizar formas y contrastes, si por ejemplo van a esculpir a un hombre dejan esos flecos que funcionarán como la barba. Las esculturas suelen ser de caras enormes con grandes narices, ojos y labios que muestran unos rasgos serios y duros, arriba por lo general, como el tronco lo permite se suele adornar con alguna guirnalda. Este tipo de esculturas, por lo general, se pueden admirar en las costas al lado de las playas y son similares a las realizadas por los occidentales en las playas con la arena.

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