martes, 8 de enero de 2008

Viajar a Cabañeros: una isla de verdor en La Mancha

Después de muchos años en litigios, el Parque Nacional de Cabañeros ya es una realidad. Desde 1995 es un paisaje para que esa música vital que son los ritmos de la naturaleza pudiera seguir interpretándose en uno de los escenarios mejor acabados de España.

Ciudad Real limita al sur con Andalucía, al norte con la provincia de Toledo, al oeste con Extremadura y al este con la provincia de Albacete. Sin embargo, si el viajero no tiene prisa, y a esta tierra es recomendable venir sin ella, puede acceder a esta provincia por las carreteras nacionales que la unen con Extremadura, Córdoba, Albacete -y Levante- y Toledo; atravesará de esta manera parajes dignos de conocerse como: el Valle de Alcudia, los montes de Cabañeros, la zona de los montes de Toledo o las lagunas de Ruidera, por poner solo unos ejemplos.
En cualquier lugar de la tierra los rasgos físicos del medio, principalmente los referentes a las características orográficas, geológicas y sobre todo climáticas, determinan, no sólo el tipo de flora que en él será dominante, sino que además pueden dar una idea, acerca de la riqueza de la misma. Pero en el caso de Cabañeros estos condicionantes se modifican por las características propias de cada lugar. Pudiendo darse así, un tipo de flora distinta de la impuesta por las condiciones ambientales dominantes, o también variaciones respecto al número esperado de especies.

Desde el punto de vista geológico, todo el Parque se asienta sobre materiales de naturaleza silícea. En él aparecen diferentes estratos de pizarras y cuarcitas de los períodos cámbrico y ordovícico, y todos ellos forman los relieves serranos. Por otro lado el resto de los materiales que aparecen, son de edad cuaternaria, y se han producido por la erosión de las sierras.

El estudio climático del parque de Cabañeros ha dado como resultado que se incluye dentro del tipo mediterráneo templado, aunque existen ciertas diferencias entre el área occidental y oriental del territorio. La parte oeste, presenta una cierta tendencia oceánica, y unas temperaturas y precipitaciones medias superiores a las registradas en el este, donde el clima se hace más frío y seco, y por tanto más continental. Todo el Parque Natural queda incluido en el piso mesomediterráneo que en este área peninsular se corresponde con el piso de vegetación de la encina, el alcornoque o el quejigo, así como de sus etapas de degradación.

Microclimas
En la parte occidental del Parque, menos fría y más húmeda, aparecen ciertos barrancos microclimáticamente favorecidos, donde se refugian especies tan interesantes como el loro. Se trata de un árbol de hojas perennes, duras y brillantes, parecidas a las del laurel. Este árbol, considerado como una reliquia de los bosques subtropicales que durante el Terciario ocuparon la región mediterránea y el sur de Asia menor, ha podido sobrevivir en Cabañeros y en el resto de su reducida área actual, gracias a la existencia de enclaves que, incluso durante las glaciaciones, no han sufrido grandes cambios climáticos. En el Parque, estas loreras acogen otras especies como el acebo, o los helechos.

También aparecen otras plantas como el durillo, el madroño o la hiedra. Todas estas, junto al brezo nos evocan, aunque de una forma empobrecida y con especies más recientes, el ambiente que debió imperar en el Terciario. Igualmente, en determinados barrancos húmedos, encontramos un bosque de ribera, en el que un abedul exclusivo o endémico de la Península, Betula Pendula, es el árbol dominante.

Estas formaciones representan los últimos restos de unos bosques que se desarrollaron bajo unas condiciones climáticas que ya no se dan en la zona. En los barrancos, una gran variedad de plantas de distintas comunidades vegetales, se agrupan al amparo de las favorables condiciones de abrigo y de la elevada humedad existente. De este modo los abedules conviven entre otros, con arraclanes, fresnos, acebos, robles, quejigos, alcornoques, brezos arbóreos, e incluso con loros-. El ambiente húmedo y sombrío de su sotobosque, favorece el desarrollo de herbáceas como el sello de Salomón y de helechos.

La otra situación donde encontramos abedules, se corresponde con áreas menos abrigadas, y comúnmente asociadas a un tipo de hábitat conocido en la región como bohonales o trampales. Las comunidades vegetales que estas plantas forman en Cabañeros representan verdaderas islas de vegetación atlántica, en un territorio de marcado carácter mediterráneo. Su aparición en una zona tan alejada del área que reúne las condiciones óptimas para su desarrollo en la actualidad, es decir, norte y noroeste de Europa, se explica por las mismas razones que determinaron la llegada y permanencia de los abedulares. Así, estas sureñas localidades constituyen disyunciones atlánticas en la región mediterránea, que pueden considerarse importantes reliquias de un pasado, sin duda más frío y húmedo, y en él que seguramente ocuparían mayores extensiones.

Rica fauna
El interés de sus comunidades de vertebrados es muy elevado, tanto por su número (276 especies) como por el alto porcentaje de presencia de especies amenazadas a nivel mundial (el 4'7%) y en España (el 25'36%).

La fauna piscícola se encuentra en los ríos Bullaque y Estena y en los arroyos del Brezoso, Las Peralosas, Río Frío y Cigüiñuelas. Los peces son un grupo singular en el conjunto de vertebrados, ya que el 62'5% de los presentes se encuentra amenazado a nivel mundial.

Las especies presentes son el jarabugo, únicamente presente en el Estena; barbo, cachuelo, boga, pardilla, calandino. Y por otro lado se introdujeron, en el embalse de la Torre de Abraham el lucio, la carpa y otras.

Entre los anfibios, pese al relativamente reducido número de especies presentes, hay que reseñar la salamandra, que es una subespecie endémica castellano-manchega. Otras especies, como el tritón ibérico y el tritón verdinegro están ligados simultáneamente a las charcas y arroyos montanos. El sapo es un protagonista indiscutible de los meses de octubre y noviembre, ya que después de las primeras lluvias aparece masivamente y se reproduce. Entre los reptiles hay que apuntar que son de gran importancia el galápago europeo, que está en peligro de extinción. Su pariente próximo, el galápago leproso parece estar relegado a los lentos arroyos de la raña. El lagarto ocelado ocupa casi todo el Parque, al contrario que el lagarto verdinegro, típico de los sotos de arroyos montanos.

También aparecen la lagartija ibérica y la salamanquesa común. Las aves es el grupo más numeroso y cuenta con la presencia de un 3% de especies amenazadas a nivel mundial, donde destacan las típicamente mediterráneas (buitre negro, águila imperial) y también otras esteparias (sisón, avutarda). Algunos predadores, como el aguilucho cenizo, el ratonero o el mochuelo son muy fáciles de encontrar.

Abunda el alcaudón real y el alcaudón común, el críalo, y parásito de los nidos de la urraca Pica pica, que es una de las especies de afinidad etiópica que aparece en las dehesas de Cabañeros.

En la situación más meridional se encuentra una colonia de cigüeña común, cuyo censo oscila entre 10 y 30 parejas. En los voluminosos nidos de cigüeña común crían algunas especies, como la grajilla y el gorrión común.

Por todo, el Parque Nacional de Cabañeros es uno de los parajes creados por la naturaleza para disfrutar de la calma, la belleza y la ternura que se respiran en sus bosques.

Gracias a la dura política planteada, desde un principio, por la Junta de Castilla-La Mancha, Cabañeros es una realidad que ha conseguido crear las mejores condiciones vitales necesarias para continuar con el interés de la protección de nuestro planeta.

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