domingo, 6 de enero de 2008

Viajar a Costa de Marfil, riqueza cultural inagotable

En Costa de Marfil se pueden vivir cientos de aventuras, recorrer su variada geografía supone un deleite para nuestros sentidos. Tiene más de 600 kilómetros de costa en el Golfo de Guinea, llanuras que se pierden en el horizonte de la sabana y montañas en su zona occidental.

Sus tres ríos principales, Sassandra, Bandama y Comoé, fluyen de Norte a Sur formando albuferas a medida que se acercan a la costa. Y su riqueza cultural es inacabable, ya que en este país africano conviven más de 60 grupos étnicos diferentes que han sabido mantener su estabilidad política y social, haciendo de Costa de Marfil un país en paz que se encuentra entre los destinos más elegidos de la costa africana.
Costa de Marfil se distingue de otros países africanos porque tiene una enorme lingüística y, con muy pocas excepciones, cada ciudadano mantiene su lengua materna junto con las tradiciones y relaciones sociales dentro de su grupo étnico. Otro distintivo de este país es que, a pesar de su mayoría musulmana, no tiene restricciones respecto del alcohol y del tabaco y en la mayoría de sus ciudades podremos encontrar zonas para turistas con salas de fiestas, discotecas, bares y restaurantes.

Recorreremos este país deteniéndonos en los lugares, sobre todo urbanos, que nos llamen más la atención, empezamos por Abidján ciudad urbana con rascacielos. Este primer contacto con el asfalto africano es desconcertante pero nos muestra que la civilización también ha llegado hasta aquí y se mezcla con las tradiciones del país, como en sus lavaderos de las afueras donde se amontonan hombres, mujeres y niños que lavan sus ropas con la lentitud y parsimonia que nosotros perdimos muchas generaciones antes, nos cuesta pensar como son capaces de distinguir luego unos enseres de otros, pero ellos van creando un mosaico de color y variedad que anonada.

De esta ciudad nos trasladamos a otra, esta vez más importante, ya que es la ciudad del reino por excelencia, Yamoussoukro, la nueva ciudad administrativa que posee una imitación calcada de la basílica de San Pedro de Roma. Considerada como la Basílica de África, esta catedral sólo se diferencia de la europea porque está construida con materiales más ricos, es decir con un lujo oriental que deja al turista con la boca abierta. Además reúne comodidades que en Europa parecerían inauditas, como aire acondicionado en cada asiento para que sus feligreses sientan el fervor de la fe pero no el calor africano. En esta ciudad también se puede ver el Palacio del Presidente y la Mezquita como monumentos arquitectónicos.

Culturas milenarias
Tanto lujo nos ha abierto el apetito por adentrarnos más en la esencia de este país, así que nos acercamos a Korhogo, el centro más importante de los Senufo, un pueblo animista que se resiste a evolucionar a retoque de tambor, y siguen manteniendo sus tradiciones milenarias, con sus bosques sagrados, sus dioses-protegidos, sus casas circulares de barro con techos de paja, sus chamanes y sus altares fetichistas. Este recorrido por Korhogo, nos permite conocer a los tejedores de Waraniane, la mezquita de Kassoumbarga y los herreros Koni.

Si nos detenemos en las diferentes culturas, después de los Senufo, que son la etnia más antigua, están los Baulé, grupo étnico que representa el 41% de la población marfileña y que tiene el mayor control sobre las estructuras sociales y políticas del país. La leyenda de este pueblo cuenta que su reina Aura Poka, hermana del sucesor del trono de los Asantes, del grupo Akan, (situado en la actual Ghana), tuvo que cruzar el río Komoé al ser expulsada y cuando consultó a los notables para cruzarlo, éstos le exigieron que se desentendiese de su hijo pequeño para cruzar el río con su pueblo, y así lo hizo. Milagrosamente los hipopótamos hicieron un puente para que ella y los Baulé pasaran a la otra orilla, de ahí viene el nombre de este pueblo, "Ba oulé": "mi hijo está muerto".

Y a pesar de que este ha sido un recorrido urbanita no podemos irnos de este país sin contemplar la belleza de sus parques naturales, de entre los que destaca el de Comoé, al nordeste del país, con 3.000 hectáreas de bosque ecuatorial.

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