miércoles, 9 de enero de 2008

Viajar a Zamora: una leyenda entre murallas románicas

Conocida como la ciudad del Romancero, Zamora es una ciudad de un carácter claramente turístico que alberga grandes acontecimientos culturales. Pasear por su casco histórico supone transportarse varios cientos de años para situarse en una ciudad medieval, imagen que el paso del tiempo no ha hecho desaparecer en esencia. Ciudad clave del románico, sus murallas, iglesias y edificios civiles son modelos de ese estilo arquitectónico y artístico.

La capital zamorana posee una superficie de 10,5 Kilómetros cuadrados con una altitud de seiscientos cincuenta y dos metros sobre el nivel del mar y en la que habitan cerca de sesenta y cuatro mil personas. El clima de la ciudad es de carácter continental.
Con respecto a sus orígenes, su situación, asentada sobre una gran peña que domina el Duero, hace suponer que fue fundada en tiempos remotos. Algunos datos hablan de que fue un asentamiento vacceo, y de su existencia en época romana con el nombre de Ocellum Duri. Es de esta época cuando surge una figura popular, que ha acabado por ser parte de las señas de la ciudad, Viriato. Una imagen del héroe ocupa una de las más bellas plazas de Zamora, que también lleva su nombre, ejemplo que habla de su arraigo en la memoria colectiva de la ciudad.

El origen de su topónimo se remonta hacia la época visigoda, cuando aparece en monedas de los años 610-620 el nombre de Semure. Los musulmanes la llamaron "Azemur" (olivar silvestre) y también "Samurah" (ciudad de las turquesas). El nombre actual aparece en el Salmanticense "como una de las plazas recobradas por Alfonso I a los moros".

Las murallas de Zamora
Pero, sin lugar a dudas, una de las imágenes que más fascina al visitante de esta magnífica ciudad son sus murallas. Edificada sobre las peñas de Santa Marta, éstas sirvieron de cimiento a la primera muralla de la ciudad que se levantó en el 893. Son sus murallas las que consiguieron a la ciudad el apodo de "la bien cercada" por parte de Fernando I, quien reconstruyó la urbe tras haber caído en manos de Almanzor, y la repobló para legársela a su hija Doña Urraca. Para terminar con las frases populares, el intento de Sancho II, hermano de Doña Urraca, de arrebatarle la ciudad sometiéndola a un férreo cerco, hizo acuñar esa paráfrasis de "no se ganó Zamora en una hora".

Las murallas, las puertas de Zambranos o de Doña Urraca y la de Olivares, junto a la casa del Cid, el castillo, las iglesias románicas, los palacios renacentistas y su morfología de calles estrechas y empedradas, presidida por la extraordinaria cúpula de la Catedral, confieren a Zamora un sobrecogedor ambiente medieval. El acceso a esta ciudad medieval desde el sur se realiza cruzando el Duero por el Puente de Piedra. De estilo románico, este puente se levantó entre los siglos XII y XIII a unos cien metros aguas arriba de otro de época romana, del que hoy aún se conservan algunos restos.

Zamora tuvo tres recintos amurallados. El primero de ellos se conserva casi en su integridad y es el más importante, ya que delimita el atolón sobre el que se asienta la ciudad histórica. Esta primera fortificación se realizó en tiempos de Fernando I, en el siglo XII, sobre los restos de anteriores fortificaciones árabes. A lo largo de esta muralla se encuentran algunas de las puertas de acceso al recinto, cargadas de historia. Por ejemplo, la Puerta de Olivares, permitía el acceso desde el puente romano y comunicaba directamente con la Catedral y el Palacio Episcopal. La Puerta de Doña Urraca, al otro extremo, era el acceso del norte. Y, por último, está el denominado "Portillo de la Traición", por donde entró en la ciudad Bellido Dolfos, perseguido por el Cid, después de haber dado muerte al Rey Sancho II.

Románico en el casco antiguo
El románico es el principal estilo arquitectónico en lo que al casco antiguo se refiere. Ese recinto alberga una veintena de iglesias de este estilo, de las que casi la mitad de ellas se conservan en la actualidad con su estructura primitiva de manera prácticamente completa.

La Catedral es el monumento más representativo de Zamora y data del siglo XII. Destaca en su construcción la cúpula o cimborrio colocado sobre el crucero. La fachada sur, con la denominada Puerta del Obispo, es una de las mejores muestras de la decoración románica de la ciudad. Destacan en su interior la rejería de la Capilla Mayor y el Coro y el Retablo de la Capilla del Cardenal.

En cuanto a las iglesias, son destacables las de San Claudio de Olivares, del siglo XII; la Ermita de Santiago el Viejo o "Santiago de los Caballeros" del siglo XI, lugar donde según la leyenda fue armado caballero el Cid Campeador; la iglesia de San Isidoro, del siglo XII; y la de San Pedro y San Ildefonso, de comienzos del XIII, que fue el templo más grande de Zamora tras la Catedral.

Respecto a la arquitectura civil, son lugares destacables el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, levantado en el siglo XV y reedificado en el siglo XVIII para servir de hospicio. En la actualidad este palacio acoge el Parador nacional de Turismo. El Hospital de la Encarnación se encuentra ubicado en la misma plaza frente al Palacio de los Condes de Alba y Aliste y fue construido en el siglo XVII. Hoy alberga la diputación provincial.

Del siglo XV es el Ayuntamiento Viejo, situado en la Plaza Mayor, mandado edificar por los Reyes Católicos; y el Palacio de los Mornos, de los siglos XV y XVI, en el que destaca la fachada con los escudos de Peñausende, hoy sede de la Audiencia Provincial de Zamora.

Zamora es uno de los destinos nacionales que refleja con mayor acierto la cultura medieval de la historia de España. Su casco histórico, sus iglesias y sus murallas reflejan el pasado de esta ciudad. Paseando por sus calles, los visitantes, además de disfrutar de magníficas construcciones, podrán componer en la retina y revivir los pasajes del romancero tradicional con personajes tan legendarios como el Cid, o revivir las victorias del héroe romano Viriato.

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