lunes, 7 de enero de 2008

Viajar a Trinidad de Cuba: un pedazo del cielo

Trinidad de Cuba es una ciudad que no tiene una sola esquina de desperdicio. Sus alrededores son de cuento, con playas de ensueño, un impresionante salto de agua, así como una de las mayores zonas montañosas del archipiélago. Además, de las historias de piratas y corsarios, donde queda huella en el puerto de Casilda.

Como un lugar por donde no pasa el tiempo, Trinidad de Cuba es una ciudad-museo que tiene los mejores parajes tanto de playa como de montaña. Para todos los gustos, Trinidad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 1988, lo que la confirma como un destino capaz de asombrar al turista más exigente.
Por sus calles se respira el ambiente colonial de antaño, por sus edificios de notable influencia neoclásica y barroca, por la gracia de sus calles empedradas y por las ricas tradiciones que corren de boca en boca, desde los tiempos de piratas y corsarios.

La Villa de la Santísima Trinidad de Cuba, tal como se llama, fue fundada en el siglo XVI. Su atractivo natural reside, sobre todo, por la reserva natural y arqueológica del Valle de los Ingenios, además de la cercanía del mar y la montaña.

Por lo que se refiere a su zona montañosa, Trinidad es una de las más abundantes zonas montañosas de Cuba; así, se halla el Kurhotel y SPA Topes de Collantes como lugares agradables para una visita en la montaña.

Otro atractivo de la isla es el puerto de Casilda que, con su historia de piratas y corsarios, jugó un importante hueco en el postrero desarrollo del florecimiento y opulencia de una de las siete primeras villas fundadas en la Isla por el Adelantado Diego Velázquez.

Y tampoco se puede evitar una visita a las playas paradisíacas de Ancón y María Aguilar, o al Salto de Caburní, en la zona montañosa de Topes de Collantes; todos ellos rincones que no pueden dejar de visitarse.

Arquitectura colonial
Para comenzar una ruta por Trinidad nada mejor que comenzar desde el mismo centro, desde la denominada Plaza Mayor, un buen escenario para comenzar una buena caminata. Así, en medio de un ambiente colonial, se puede observar una Villa con numerosas y bien conservadas obras de arquitectura, tanto domésticas como públicas y religiosas, además de balaustradas de madera y enrejados y decoraciones a mano.

Las casas, al menos muchas de ellas, tienen patio interior, con techos de tejas rojas y por algunas de ellas asoman retazos artísticos propios de Trinidad, como el trabajo con la arcilla, el barro y lencería, además de los arraigados ritmos y danzas afrocubanos.

Una vez se inicia la caminata se puede visitar al Museo Romántico, llamada la antigua casa del Conde de Brunet, o los museos como el Arqueológico, de Arquitectura, el de la Lucha Contra Bandidos o el de Ciencias Naturales Alejandro de Humboldt.

También interesantes son los edificios de la Plaza de los Artesanos, la Casa de la Cultura y la antigua Cárcel Real o la simbólica Torre Manaca-Iznaga, desde donde se domina el Valle de los Ingenios, llamado así por la cercanía de medio centenar de fábricas de azúcar, hacia fines del siglo XVIII.

Restaurantes y Canchánchara
La cocina cubana, de pescados y mariscos y carne de aves está muy extendida en Trinidad. Por ejemplo, restaurantes como La Casa de la Gallega, la Finca Ma Dolores, las haciendas Codina y Los Molinos o los restaurantes Manaca-Iznaga sirven platos de cocina cubana; para pescados y mariscos nada mejor que Los Almendros, mientras que El Jigüe se especializa en carne de aves.

Para tomar unas copas ya es tradición ir a La Canchánchara, un establecimiento donde se sirve una bebida tradicional de igual nombre que se prepara a base de aguardiente, miel y limón.

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