miércoles, 9 de enero de 2008

Viajar a Zaragoza, el faro de Aragón

Cualquier ruta que se emprenda por Aragón es casi seguro que comenzará, o terminará, en Zaragoza. Un destino que va más allá de la jota, el Pilar y la buena mesa, que esconde otros tesoros como la Iglesia de Santa Engracia, el Palacio de Condes de Luna o el de la Aljafería, entre tantos otros. Y fueron los pinceles de Velázquez y Mazo los que plasmaron el ambiente de Zaragoza, una vista magnífica que ya supieron apreciar en el siglo XVII dos maestros de la pintura.

Zaragoza fue, en tiempos antiguos, Cesarea Augusta, y ya por entonces encandilaba a los numerosos visitantes que se acercaban a uno de los pulmones de la España de antaño. Por entonces, ya era una bella ciudad situada a orillas del Ebro, de hermosas casas de ladrillo y con numerosas iglesias. El célebre escritor Benito Pérez Galdós también quedó maravillado de sus barrios, sobre todo el de las Tenerías, del que dijo "traía a la imaginación los recuerdos de la dominación arábiga. La abundancia del ladrillo, las ventanuchas con celosías, la completa anarquía arquitectural, aquello de no saberse dónde acababa una casa y empezaba otra".
Un recuerdo, el de Galdós, que ha traspasado los siglos, aunque de estas palabras sólo se aprecia, en la actualidad, la veracidad en los barrios antiguos, el de las estrechas callejuelas y hermosos palacios renacentistas, las numerosas torres mudéjares, las catedrales y las recoletas plazas.

Todo itinerario por Zaragoza debe comenzar por la Plaza de Aragón, actual centro geográfico de Zaragoza, donde se encuentran los edificios de la facultad de Medicina y de Capitanía. También se encuentra el patio de la Infanta, que tiene un encanto especial. Hacia la Plaza de España, por el Paseo de la Independencia, se encuentra una de las visitas imprescindibles, la iglesia de Santa Engracia, toda una joya del Renacimiento y en cuya cripta se encuentran sepulcros paleocristianos de los Innumerables Mártires.

El bullicio y el calor del risueño carácter maño se encuentran en el Coso, una de las calles de mayor tradición de la ciudad y toda una arteria del barrio antiguo. Muy cerca se encuentra otra joya de esta ciudad, el palacio renacentista de los Condes de Luna, que hoy es la Audiencia, con patio y artesonados típicos de la arquitectura aragonesa. Otro centro de actividad es el Mercado Central, visita indispensable donde, además, se pueden encontrar algunas delicias de su gastronomía.

Hacia la Plaza del Pilar
Antes de llegar a la visita imprescindible a uno de los tesoros de la capital aragonesa, vale la pena admirar el pasado de esta ciudad, las murallas romanas, cerca del Mercado, además del torreón de la Zuda, auténtica atalaya del río Ebro.

En la Plaza del Pilar los visitantes se pueden pasar horas ante el conjunto arquitectónico del que tantas veces se ha hablado al referirse a Zaragoza. Y no es para menos, ya que se concentra desde la Basílica, donde se encuentra el valioso retablo de Damián Forment, además del palacio de la Lonja y la catedral de La Seo, con la imperante huella del gótico en su interior, barroco en el coro y mudéjar en la fachada de su lateral derecho.

El interior de la Seo merece un capítulo aparte, sólo por la belleza del retablo gótico del altar mayor, producto del arte de Juan de Suabia y Pere Johan, además de los más de setenta tapices franceses y flamencos de la Seo, tejidos en Arras y en Bruselas, además de bocetos de Goya y Bayeu, ideados para las cúpulas del Pilar.

Iglesias, palacios y torreones
Detrás de la Seo se encuentra el Arco del Deán, de bella factura gótica, justo el comienzo de un recorrido de callejuelas que encandilarán al visitante, por su tranquilidad y la cantidad de antiquísimas tabernas para tomar un aperitivo, como buen ejemplo es el conocido Mesón de Faustino. De la belleza de las torres mudéjares que guarda Zaragoza merece la pena la de Santa Magdalena.

Cerca de la Plaza de San Miguel, hay un enfrentamiento arquitectónico de mucha fuerza. Por un lado, la iglesia barroca del Seminario de San Carlos; por otro, la Casa de los Morlanes, palacio renacentista con singulares balcones.

Otras visitas de interés son la iglesia de San Gil, el palacio de Torrero, hoy sede del Colegio de Arquitectos, así como el entrañable rincón de la plaza de Santa Cruz, donde se encuentra el palacio de los Pardo, convertido en Museo Camón Aznar.

Otro rincón de interés reside en la estrecha calle del Temple, donde están el torreón de los Fortea y el palacio de los Argillo, hoy museo Gargallo, y la iglesia de San Felipe, con las bellas columnas salomónicas.

El palacio de la Aljafería
El palacio de la Aljafería es una de las más importantes huellas del arte musulmán en España. Del siglo XI, construido por la familia Beni Hud, pasó por las más variadas manos: desde los reyes de Aragón, para lo que sufrió una reforma, hasta los Reyes Católicos, renovado de nuevo, y transformado, posteriormente, en sede de la Inquisición y en cuartel de Infantería por último. Es un palacio de enorme belleza que guarda como una de sus joyas esta ciudad situada a orillas del Ebro; un palacio admirable por sus magníficos almocárabes, sus capiteles cincelados, yeserías y artesonados de casetones.

Viajar a Zamora: una leyenda entre murallas románicas

Conocida como la ciudad del Romancero, Zamora es una ciudad de un carácter claramente turístico que alberga grandes acontecimientos culturales. Pasear por su casco histórico supone transportarse varios cientos de años para situarse en una ciudad medieval, imagen que el paso del tiempo no ha hecho desaparecer en esencia. Ciudad clave del románico, sus murallas, iglesias y edificios civiles son modelos de ese estilo arquitectónico y artístico.

La capital zamorana posee una superficie de 10,5 Kilómetros cuadrados con una altitud de seiscientos cincuenta y dos metros sobre el nivel del mar y en la que habitan cerca de sesenta y cuatro mil personas. El clima de la ciudad es de carácter continental.
Con respecto a sus orígenes, su situación, asentada sobre una gran peña que domina el Duero, hace suponer que fue fundada en tiempos remotos. Algunos datos hablan de que fue un asentamiento vacceo, y de su existencia en época romana con el nombre de Ocellum Duri. Es de esta época cuando surge una figura popular, que ha acabado por ser parte de las señas de la ciudad, Viriato. Una imagen del héroe ocupa una de las más bellas plazas de Zamora, que también lleva su nombre, ejemplo que habla de su arraigo en la memoria colectiva de la ciudad.

El origen de su topónimo se remonta hacia la época visigoda, cuando aparece en monedas de los años 610-620 el nombre de Semure. Los musulmanes la llamaron "Azemur" (olivar silvestre) y también "Samurah" (ciudad de las turquesas). El nombre actual aparece en el Salmanticense "como una de las plazas recobradas por Alfonso I a los moros".

Las murallas de Zamora
Pero, sin lugar a dudas, una de las imágenes que más fascina al visitante de esta magnífica ciudad son sus murallas. Edificada sobre las peñas de Santa Marta, éstas sirvieron de cimiento a la primera muralla de la ciudad que se levantó en el 893. Son sus murallas las que consiguieron a la ciudad el apodo de "la bien cercada" por parte de Fernando I, quien reconstruyó la urbe tras haber caído en manos de Almanzor, y la repobló para legársela a su hija Doña Urraca. Para terminar con las frases populares, el intento de Sancho II, hermano de Doña Urraca, de arrebatarle la ciudad sometiéndola a un férreo cerco, hizo acuñar esa paráfrasis de "no se ganó Zamora en una hora".

Las murallas, las puertas de Zambranos o de Doña Urraca y la de Olivares, junto a la casa del Cid, el castillo, las iglesias románicas, los palacios renacentistas y su morfología de calles estrechas y empedradas, presidida por la extraordinaria cúpula de la Catedral, confieren a Zamora un sobrecogedor ambiente medieval. El acceso a esta ciudad medieval desde el sur se realiza cruzando el Duero por el Puente de Piedra. De estilo románico, este puente se levantó entre los siglos XII y XIII a unos cien metros aguas arriba de otro de época romana, del que hoy aún se conservan algunos restos.

Zamora tuvo tres recintos amurallados. El primero de ellos se conserva casi en su integridad y es el más importante, ya que delimita el atolón sobre el que se asienta la ciudad histórica. Esta primera fortificación se realizó en tiempos de Fernando I, en el siglo XII, sobre los restos de anteriores fortificaciones árabes. A lo largo de esta muralla se encuentran algunas de las puertas de acceso al recinto, cargadas de historia. Por ejemplo, la Puerta de Olivares, permitía el acceso desde el puente romano y comunicaba directamente con la Catedral y el Palacio Episcopal. La Puerta de Doña Urraca, al otro extremo, era el acceso del norte. Y, por último, está el denominado "Portillo de la Traición", por donde entró en la ciudad Bellido Dolfos, perseguido por el Cid, después de haber dado muerte al Rey Sancho II.

Románico en el casco antiguo
El románico es el principal estilo arquitectónico en lo que al casco antiguo se refiere. Ese recinto alberga una veintena de iglesias de este estilo, de las que casi la mitad de ellas se conservan en la actualidad con su estructura primitiva de manera prácticamente completa.

La Catedral es el monumento más representativo de Zamora y data del siglo XII. Destaca en su construcción la cúpula o cimborrio colocado sobre el crucero. La fachada sur, con la denominada Puerta del Obispo, es una de las mejores muestras de la decoración románica de la ciudad. Destacan en su interior la rejería de la Capilla Mayor y el Coro y el Retablo de la Capilla del Cardenal.

En cuanto a las iglesias, son destacables las de San Claudio de Olivares, del siglo XII; la Ermita de Santiago el Viejo o "Santiago de los Caballeros" del siglo XI, lugar donde según la leyenda fue armado caballero el Cid Campeador; la iglesia de San Isidoro, del siglo XII; y la de San Pedro y San Ildefonso, de comienzos del XIII, que fue el templo más grande de Zamora tras la Catedral.

Respecto a la arquitectura civil, son lugares destacables el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, levantado en el siglo XV y reedificado en el siglo XVIII para servir de hospicio. En la actualidad este palacio acoge el Parador nacional de Turismo. El Hospital de la Encarnación se encuentra ubicado en la misma plaza frente al Palacio de los Condes de Alba y Aliste y fue construido en el siglo XVII. Hoy alberga la diputación provincial.

Del siglo XV es el Ayuntamiento Viejo, situado en la Plaza Mayor, mandado edificar por los Reyes Católicos; y el Palacio de los Mornos, de los siglos XV y XVI, en el que destaca la fachada con los escudos de Peñausende, hoy sede de la Audiencia Provincial de Zamora.

Zamora es uno de los destinos nacionales que refleja con mayor acierto la cultura medieval de la historia de España. Su casco histórico, sus iglesias y sus murallas reflejan el pasado de esta ciudad. Paseando por sus calles, los visitantes, además de disfrutar de magníficas construcciones, podrán componer en la retina y revivir los pasajes del romancero tradicional con personajes tan legendarios como el Cid, o revivir las victorias del héroe romano Viriato.

Viajar a Zamora: una leyenda entre murallas románicas

Conocida como la ciudad del Romancero, Zamora es una ciudad de un carácter claramente turístico que alberga grandes acontecimientos culturales. Pasear por su casco histórico supone transportarse varios cientos de años para situarse en una ciudad medieval, imagen que el paso del tiempo no ha hecho desaparecer en esencia. Ciudad clave del románico, sus murallas, iglesias y edificios civiles son modelos de ese estilo arquitectónico y artístico.

La capital zamorana posee una superficie de 10,5 Kilómetros cuadrados con una altitud de seiscientos cincuenta y dos metros sobre el nivel del mar y en la que habitan cerca de sesenta y cuatro mil personas. El clima de la ciudad es de carácter continental.
Con respecto a sus orígenes, su situación, asentada sobre una gran peña que domina el Duero, hace suponer que fue fundada en tiempos remotos. Algunos datos hablan de que fue un asentamiento vacceo, y de su existencia en época romana con el nombre de Ocellum Duri. Es de esta época cuando surge una figura popular, que ha acabado por ser parte de las señas de la ciudad, Viriato. Una imagen del héroe ocupa una de las más bellas plazas de Zamora, que también lleva su nombre, ejemplo que habla de su arraigo en la memoria colectiva de la ciudad.

El origen de su topónimo se remonta hacia la época visigoda, cuando aparece en monedas de los años 610-620 el nombre de Semure. Los musulmanes la llamaron "Azemur" (olivar silvestre) y también "Samurah" (ciudad de las turquesas). El nombre actual aparece en el Salmanticense "como una de las plazas recobradas por Alfonso I a los moros".

Las murallas de Zamora
Pero, sin lugar a dudas, una de las imágenes que más fascina al visitante de esta magnífica ciudad son sus murallas. Edificada sobre las peñas de Santa Marta, éstas sirvieron de cimiento a la primera muralla de la ciudad que se levantó en el 893. Son sus murallas las que consiguieron a la ciudad el apodo de "la bien cercada" por parte de Fernando I, quien reconstruyó la urbe tras haber caído en manos de Almanzor, y la repobló para legársela a su hija Doña Urraca. Para terminar con las frases populares, el intento de Sancho II, hermano de Doña Urraca, de arrebatarle la ciudad sometiéndola a un férreo cerco, hizo acuñar esa paráfrasis de "no se ganó Zamora en una hora".

Las murallas, las puertas de Zambranos o de Doña Urraca y la de Olivares, junto a la casa del Cid, el castillo, las iglesias románicas, los palacios renacentistas y su morfología de calles estrechas y empedradas, presidida por la extraordinaria cúpula de la Catedral, confieren a Zamora un sobrecogedor ambiente medieval. El acceso a esta ciudad medieval desde el sur se realiza cruzando el Duero por el Puente de Piedra. De estilo románico, este puente se levantó entre los siglos XII y XIII a unos cien metros aguas arriba de otro de época romana, del que hoy aún se conservan algunos restos.

Zamora tuvo tres recintos amurallados. El primero de ellos se conserva casi en su integridad y es el más importante, ya que delimita el atolón sobre el que se asienta la ciudad histórica. Esta primera fortificación se realizó en tiempos de Fernando I, en el siglo XII, sobre los restos de anteriores fortificaciones árabes. A lo largo de esta muralla se encuentran algunas de las puertas de acceso al recinto, cargadas de historia. Por ejemplo, la Puerta de Olivares, permitía el acceso desde el puente romano y comunicaba directamente con la Catedral y el Palacio Episcopal. La Puerta de Doña Urraca, al otro extremo, era el acceso del norte. Y, por último, está el denominado "Portillo de la Traición", por donde entró en la ciudad Bellido Dolfos, perseguido por el Cid, después de haber dado muerte al Rey Sancho II.

Románico en el casco antiguo
El románico es el principal estilo arquitectónico en lo que al casco antiguo se refiere. Ese recinto alberga una veintena de iglesias de este estilo, de las que casi la mitad de ellas se conservan en la actualidad con su estructura primitiva de manera prácticamente completa.

La Catedral es el monumento más representativo de Zamora y data del siglo XII. Destaca en su construcción la cúpula o cimborrio colocado sobre el crucero. La fachada sur, con la denominada Puerta del Obispo, es una de las mejores muestras de la decoración románica de la ciudad. Destacan en su interior la rejería de la Capilla Mayor y el Coro y el Retablo de la Capilla del Cardenal.

En cuanto a las iglesias, son destacables las de San Claudio de Olivares, del siglo XII; la Ermita de Santiago el Viejo o "Santiago de los Caballeros" del siglo XI, lugar donde según la leyenda fue armado caballero el Cid Campeador; la iglesia de San Isidoro, del siglo XII; y la de San Pedro y San Ildefonso, de comienzos del XIII, que fue el templo más grande de Zamora tras la Catedral.

Respecto a la arquitectura civil, son lugares destacables el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, levantado en el siglo XV y reedificado en el siglo XVIII para servir de hospicio. En la actualidad este palacio acoge el Parador nacional de Turismo. El Hospital de la Encarnación se encuentra ubicado en la misma plaza frente al Palacio de los Condes de Alba y Aliste y fue construido en el siglo XVII. Hoy alberga la diputación provincial.

Del siglo XV es el Ayuntamiento Viejo, situado en la Plaza Mayor, mandado edificar por los Reyes Católicos; y el Palacio de los Mornos, de los siglos XV y XVI, en el que destaca la fachada con los escudos de Peñausende, hoy sede de la Audiencia Provincial de Zamora.

Zamora es uno de los destinos nacionales que refleja con mayor acierto la cultura medieval de la historia de España. Su casco histórico, sus iglesias y sus murallas reflejan el pasado de esta ciudad. Paseando por sus calles, los visitantes, además de disfrutar de magníficas construcciones, podrán componer en la retina y revivir los pasajes del romancero tradicional con personajes tan legendarios como el Cid, o revivir las victorias del héroe romano Viriato.

Viajar a Zaldierna, en el corazón de La Rioja

Zaldierna es una pequeña aldea que caminando despacio se recorre de punta a punta en apenas diez minutos. Sin embargo, no por ello deja de ser necesaria una guía. Cada una de sus calles os mostrará todo el encanto de una aldea rural de montaña, con sus casas sólidas de paredes de piedra y sus anchos muros. Algunas de ellas, de tan juntas, apenas dejan pasar la luz del sol e invitan al recogimiento. Otras, anchas y luminosas, nos conducen a la plaza de la Iglesia de San Sebastián, enmarcada por sus tilos centenarios. La calle del Río, la calle del Molino, la Fragua, el Horno... Sus pisos empedrados os llevarán un siglo atrás, cuando el tiempo y las vidas se medían por los ritmos de la naturaleza.

La aldea de Zaldierna se encuentra en medio del valle del alto Oja. Es un valle relativamente pequeño de aproximadamente veinte kilómetros de longitud total desde su entrada por la villa de Ezcaray hasta la cima de La Cruz de la Demanda. Aunque más exactamente deberíamos considerar a este bello municipio como su salida, dado que el Oja nace en la Sierra de la Demanda y discurre hacia el este en busca del Ebro. Aquí debajo podéis ver en panorámica la bella imagen del Oja a su paso por Ezcaray y la vista excepcional que nos ofrece la montaña de Santa Bárbara, justo a los pies de su ermita.
Si seguimos en su descenso el curso del río Oja, iremos descubriendo un valle que poco a poco se va separando, dejando a sus márgenes laderas empinadas de abruptas pendientes. Actualmente y debido a la despoblación de los años 60 del siglo pasado y también a la normativa europea sobre la producción de leche de vaca, encontraremos que los antiguos cercados de cultivos, desde cereales de altura a la rica huerta, han dejado paso a extensas zonas verdes donde pacen las vacas. Ganado vacuno dedicado enteramente a la producción de sabrosa carne.

El río Zambullón, afluente del río Oja, divide la aldea de Zaldierna en dos partes asimétricas. Siguiendo su corriente, la margen izquierda es la más grande de las dos, quedando a la derecha el conjunto de la Iglesia de San Sebastián y el edificio del horno, al margen de algunos edificios más. Este río Zambullón, también conocido como Aia, es el que pasa bajo los puentes que unen la iglesia con el resto de la aldea.

Los rincones de la aldea de Zaldierna

El horno de Zaldierna
Igual que otros edificios de la aldea, era el horno un lugar público y comunal donde los vecinos hacían pan para toda la semana. El bien más preciado, la levadura, era guardado por diferentes familias de manera que siempre quedara para poder seguir haciendo pan.

La Iglesia de San Sebastián y el Arenal: la Plaza de los Tilos
Es sin ningún género de dudas el lugar más destacado de Zaldierna. Construcción del siglo XVIII, ha sido declarada por la Comunidad de La Rioja como patrimonio artístico, y nada más llegar ofrece al viajero una imagen inconfundible, con su puente de piedra y sus fuertes paredes amuralladas. La iglesia ha resistido el paso del tiempo y ofrece aún hoy en día un aspecto imponente, con sus muros altos, sus árboles frondosos -tilos mayoritariamente- flaqueándola y su vista elevada sobre la aldea y sobre el valle del Oja. Su mirador ofrece unas tomas ideales y un lugar especialmente adecuado para reposar y pensar.
Para su construcción se utilizó mampostería en tímpanos y muros, y se dejó para la bóveda y los estribos el sillar y el sillarejo. Está formado por un arco de medio rebajado, realizado con pequeños sillares de tosca labra que arranca de estribos fabricados con el mismo aparejo (40 y 35 cm). La bóveda es de 2,90 metros y la rosca presenta dos dovelas irregulares de distintos materiales, entre los que abundan la pizarra. El resto de la obra, tímpanos y pretiles, el material empleado ha sido la mampostería, que aguas arriba ha sido reforzada con mortero de cemento durante el pasado siglo XX.


Los tilos de la Plaza del Arenal
Estos árboles tienen una historia especial: fueron plantados por los niños de la escuela de Zaldierna en los primeros años de la década de 1930. Celebraban entonces ya "La fiesta del árbol" y los niños se encargaban de cuidarlos. Hoy la mayoría de aquellos niños ya no están con nosotros y los que quedan son ancianos venerables que nos recuerdan su historia. Hoy en día todavía existen algunos de aquellos tilos. Ya no se pueden abrazar con los dos brazos debido a lo grandes que se han hecho.

La escuela de Zaldierna
A pesar de que muchos niños y niñas tenían que perderse días de escuela debido a que eran necesarios en las tareas del campo y con los animales, esta escuela ha dado instrucción durante muchos años a todos los pequeños de Zaldierna. Clase única, desde los más mayores a los más pequeños, compartían un único maestro que les enseñaba. Todos los niños que lo fueron durante la primera mitad del siglo pasado, con edades entre los 6 y los 14 años, pasaron por este edificio -hoy casa particular- para aprender.

El molino de Zaldierna
Es el molino otro lugar de importancia para la aldea. Según nos indica Joaquín Giro Miranda en 'Memorias de un pastor riojano. El pan en La Rioja': "A principios de siglo se ha constatado la existencia en la cuenca del río Oja de molinos comunales o de 'adra', voz que significa 'turno' y que Merino y Urrutia cita en las aldeas de Posadas, Azarrulla, Zaldierna, Urdanta, Altuzarra y Ayabarrena, donde se ha sustituido el viejo rodete de piedra o de madera por el de hierro. Al perderse estos molinos en las aldeas tuvieron que moler en Ezcaray y Valgañón, al igual que los vecinos de Zorraquín".
El molino de Zaldierna estaba en sus afueras, a pocos pasos de su salida pasando por delante de la escuela.


La fuente de "El Solano"
Hasta que hace muy pocos años Zaldierna no se dotó de unas instalaciones modernas de agua corriente, con unos depósitos en condiciones, lo habitual en la aldea era recoger el agua de las fuentes. En medio de la aldea destaca la fuente de "El solano". Servía para dar de beber a los animales y también a las personas quienes, sobre todo en verano, acudían a ella a llenar los botijos y los barriles de la fresca y rica agua que manaba. Y que también hoy sigue manando.

Viajar a Vilafranca del Penedès

La ruta que emprenderemos nos llevará desde Vilafranca del Penedès, lugar vinícola por excelencia, hasta llegar a Montblanc, municipio que todavía conserva cierto aire medieval.

Vilafranca del Penedès es una localidad famosa por sus bodegas, especialmente la comarca del Alt Penedès, en la que destaca la cantidad y calidad de sus cepas. Pero también merece un elogio la capacidad comercializadora y exportadora de las empresas que han hecho posibles sus vinos y cavas, y que han conseguido que la denominación de origen Penedés se conozca en todo el mundo. No debemos dejar de visitar "Bodegas Joan Sardà", "Bodegas Pinord", "Miguel Torres" o "Segura Viudas".
La Fira del Gall
El recuerdo de la Fira del Gall de Vilafranca del Penedès se pierde en la noche de la historia. Antiguamente, Vilafranca había tenido dos ferias de aves, la de Santo Tomás, el 21 de diciembre, que se sigue celebrando y otra en el mes de agosto, cuando se habían acabado las tareas de la siega y batida de los cereales y como pórtico de las fiestas de celebración de la cosecha.

Lo cierto es que la Fira del Gall fue languideciendo al comienzo de la década de los años sesenta del siglo pasado, eclipsada por la importación de aves venidas de América, de engorde fácil y de sabor insulso, pero de un precio mucho más barato. A mediados de los años ochenta, la Fira del Gall no es más que unas pocas paradas, confundidas en la abigarrada oferta del mercado semanal que no para de crecer. Las razas autóctonas, como el soberbio Gall del Penedès y el Ànec Mut del Penedès, casi quedan extinguidas.

Entonces es cuando el Patronato Municipal de Comercio y Turismo se hace responsable de la revitalización de la Fira. La respuesta es casi inmediata y constante año tras año, la Fira del Gall no para de crecer en número de paradas, actividades y visitantes. Pronto se hizo necesario cambiar la ubicación de la Fira, que se desplazó a la Rambla de Sant Francesc, donde actualmente sufre el mismo mal debido al impresionante incremento de público.

Hoy en día, la Fira del Gall es una de las actividades de más envergadura y, paralelamente con la Festa Major, la que atrae un más elevado número de visitantes.

De esta comarca catalana se tienen referencias históricas desde el neolítico. En tiempos no tan remotos la civilización ibérica creó asentamientos tan importantes como el de Olérdola, el cual se consolidó y amplió durante la conquista romana debido a su posición estratégica, ya que estaba atravesada por la Vía Augusta. La dominación árabe fue breve, sin embargo, y a lo largo de la reconquista cristiana esta tierra se convirtió en avanzada del Condado de Barcelona ante las tierras musulmanas. En el siglo XI destaca la figura de Mir Geribert, señor de Olérdola, que colonizó la zona, se rebeló contra los condes y luchó contra los sarracenos. De esta época nos quedan numerosos castillos, como el de Subirats, ya en ruinas.

Un viaje al medievo
Finalmente nuestro camino terminará en Montblanc, municipio tarraconense de origen medieval a orillas del río Francolí. Esta villa fue fundada en el siglo XI, y con el tiempo se convirtió en el lugar de reunión de las Cortes castellano-aragonesas. Su conjunto medieval fue considerado Conjunto Histórico-Artístico y sus mansiones y casas señoriales son verdaderas obras de arte.

Del conjunto medieval de Montbanc destacan sus murallas, del siglo XIV y cuidadosamente restauradas, que sirven de escenario a la representación de la leyenda de San Jorge en plena Semana Medieval, que se celebra en abril. Observar el tramo de muralla situado junto al mercado central de la población es trasladarse a la Edad Media. Y es que los muros, las torres y las almenas aún huelen a mortero, y las piedras mantienen el polvillo de recién pulidas. Se trata, éste, del tramo que el Ayuntamiento ha reconstruido a imagen y semejanza del estado que presentaba en la época medieval.

Viajar a Vejer de la Frontera: tierra de molinos, enclave de cobijadas

En tierras gaditanas, Vejer de la Frontera es un enclave situado sobre una colina, asomando sus molinos como guardián de antaño por la célebre punta de Trafalgar. Una morada de las más diversas culturas, pero sobre todo se respiran las huellas de Al-Andalus, no sólo en sus construcciones sino también en usos y costumbres como la, hasta hace años arraigada, famosa "cobijada", la capucha con que las mujeres se tapaban la cabeza.

De cobijadas y molinos se habla mucho en Vejer de la Frontera. Ambas son huellas de su pasado, al igual que las que dejaron fenicios y romanos, visigodos y, sobre todo, de la extensa época árabe.
Vejer es un recinto amurallado con un rico resto almenado en su interior que conforma un insólito laberinto de encaladas viviendas. Cada rincón, cada esquina de Vejer guarda un tesoro, tales como sus arcos, sus balaustradas y escalinatas que irrumpen en la profundidad de tajos y barrancos.

De sus calles principales, como la de Misericordia, Algarrobillos, Triperías, el Patio de las Monjas, Cocheros o Trafalgar, el viandante puede observar las exquisiteces de una localidad donde impera una todopoderosa iglesia parroquial, que se levanta sobre el basamento y los muros de una antigua mezquita árabe y que es conocida como la del Divino Salvador, por haber sido rescatada de los musulmanes.

En esta iglesia del Divino Salvador se pueden observar las diversas fases de su construcción: una primera etapa románica en su estructura y pilares delanteros; una segunda fase gótico-mudéjar, centrada en la denominada capilla de las Ánimas; y una tercera fase donde se centran los medallones y las capillas del Sagrario y del Nazareno, con características del gótico tardío y hasta retazos renacentistas. Pero la obra magna es un mosaico, el del altar mayor, muy admirado debido a su precisión y belleza.

Morada de las más diversas culturas, como se demuestra al observar las diferentes arquitecturas que se arremolinan por la ciudad, así como las costumbres y usos de su población. Especial mención se merecen las famosas "cobijadas", hasta hace no muchos años una práctica extendida, que son una especie de capucha con que las mujeres se tapaban la cabeza, cuya explicación también se centra en la necesidad de protegerse el cutis del ardiente y arenoso viento del Este.

Conquistas y reconquistas
Vejer fue, posiblemente, fundada por fenicios, por las huellas de dólmenes y otras reliquias funerarias que se extienden en sus proximidades. Pero, sobre todo, por las pinturas rupestres del denominado tajo de las figuras. Un asentamiento inmaculado, de cal, con muros y torres en piedra, que posteriormente sería dominado por musulmanes tras la huella de la batalla de Janda, donde perdería el último de los reyes visigodos, don Rodrigo.

Pero 539 años después, Vejer sería reconquistado por Fernando III El Santo, que convertiría la ciudad en un asentamiento fronterizo frente al poderío musulmán y, posteriormente, contra los amenazadores corsarios berberiscos. De ahí también que el duque de Medina Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán amurallase toda la ciudad y construyese un castillo rectangular en el centro del perímetro, del cual se conservan todavía tres de sus cuatro entradas principales.

Teruel, la ciudad de los amantes

Ciudad del amor, capital del mudéjar y declarado por la UNESCO, patrimonio de la humanidad desde 1986.

Fundada en 1171, su posición geoestratégica la ha abocado a años de lucha, primero contra el enemigo andalusí y contra el reino de Castilla, y por último, y todavía en el recuerdo, la Guerra Civil que dejó mermada gran parte de su obra arquitectónica.
Si plato de buen gusto es su famoso jamón de Teruel no lo es menos su atractivo conjunto histórico-artístico.

Qué ver en Teruel
Las cuatro torres mudéjares del centro histórico marcan la altura de la ciudad, torre de San Pedro, torre de la Catedral, torre de San Martín y torre del Salvador. En la sala del Alarife de la torre del Salvador se proyecta un audiovisual sobre el proceso constructivo de la misma, así como sobre el contexto histórico que abarca la arquitectura mudéjar.

En la iglesia de San Pedro se encuentra el sarcófago que cobija los restos de Isabel y Diego, los amantes de Teruel. El mausoleo de Juan de Ávalos es la imagen más representativa y conocida de los dos eternos enamorados. La ciudad de Teruel está vinculada a su historia-leyenda medieval, que transcurridos ocho siglos sigue estando vigente como una de las más bellas páginas de amor escritas en el mundo.

El centro neurálgico de la ciudad es la plaza del Torico, desde allí parten las travesías a la Catedral -construida en 1587-, al Ayuntamiento y al aljibe medieval. Desde el paseo del Óvalo se contempla la escalinata de estilo neomudéjar, y también el viaducto de José Torán.

Por último, los restos de la antigua muralla con portales y torreones todavía conservados y los museos, museo Provincial, museo Diocesano y Dinópolis, todas ellas paradas obligatorias.

Calendario festivo
Las celebraciones turolenses comienzan en el mes de enero con las hogueras en honor de San Antón y San Sebastián. En febrero se sitúa la fiesta de las Bodas de Isabel de Segura, en la que propios y extraños vuelven al Teruel del medievo con la recreación de la conocida historia de los amantes. El toque multitudinario de tambores y bombos de la Semana Santa de Teruel es apreciado en toda España. La Vaquilla del Ángel, en julio, sigue siendo el símbolo de la fiesta turolense, que comienza con la puesta del "pañuelico" ante miles de vaquilleros enfervorizados.

Además, Teruel es una de las capitales mundiales del jamón y fe de ello es su denominación de origen y la feria del jamón que se celebra cada mes de septiembre.

Historia de los amantes
La historia de los amantes procede de una antigua tradición, posteriormente documentada. En los primeros años del siglo XIII viven en la ciudad Juan Diego de Marcilla e Isabel de Segura, cuya temprana amistad se convierte pronto en amor. Rechazado por la familia, al carecer de bienes de fortuna por segundón, el pretendiente consigue un plazo de cinco años para enriquecerse. Parte a la guerra y regresa a Teruel cuando expira el plazo. Isabel ya está esposada con un hermano del señor de Albarracín. Consigue Juan Diego entrevistarse con ella en su casa y le pide un beso. Se lo niega Isabel y el joven muere de dolor. Al día siguiente se celebran los funerales en San Pedro. Se acerca al féretro una mujer enlutada: es Isabel que quiere dar al difunto el beso que le negó en vida. Lo hace y repentinamente muere junto a él.

En 1555 se descubrieron las momias enterradas en la capilla de San Cosme y San Damián. Según el testimonio posterior del notario Yagüe de Salas apareció un documento antiguo que recogía el suceso.

Juan de Ávalos esculpió las estatuas yacentes bajo las que reposan ahora las momias. La fría serenidad de los amantes, cuyas manos no llegan a juntarse es símbolo de un amor que desborda los conceptos humanos.

Viajar a Tembleque: la plaza mayor que da vida a un pueblo

Esta típica villa manchega se estructura alrededor de un foro inigualable y único por su belleza: la plaza mayor, que se ha convertido en símbolo de esta población y que rige la vida cotidiana de sus habitantes.


Con algo más de 2.000 habitantes, la población de Tembleque está situada en el kilómetro 93 de la carretera nacional IV Madrid-Cádiz, a tan sólo a 55 kilómetros de la capital de la provincia, lo que le garantiza unas excelentes comunicaciones con los puntos estratégicos a nivel administrativo, sanitario o comercial.
Sus límites la unen, por el norte, con el término municipal de La Guardia, por el este, con El Romeral y Villacañas, por el sur, con Madridejos y Turleque, y por el oeste, con Mora y Villanueva de Bogas. Sus paisajes se llenan de olivos, de vides y de diversos cultivos de cereal y, entre su fauna, destacan las liebres, los conejos y las perdices.

La plaza mayor
Su plaza mayor fue inaugurada en 1653, aunque parece que su origen podría remontarse a la cultura romana. Sin embargo, fue con los Reyes Católicos cuando se institucionalizaron, al mandar construir en todas ellas un edificio destinado a albergar la casa consistorial.

La concepción de su estructura responde a una doble función: urbanística (espectáculos teatrales, mercado o celebraciones religiosas) y plaza de toros. La plaza, que fue declarada de interés histórico-artístico en el año 1973, tiene una planta cuadrangular, tres de cuyos lados (las fachadas norte, sur y este) están formados por soportales sustentados por sencillas columnas de granito en la planta baja, sobre las que se alzan dos plantas de corredores realizadas en estructura de madera.

Su decoración es austera, limitándose al torneado de los balaustres y a unos sencillos adornos, en forma de tallos vegetales, que enmarcan una cruz de malta, recuerdo del paso de los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, aquellos que heredaron las propiedades de los legendarios templarios.

La plaza está unida por un pasillo al otro centro neurálgico de la población: la plaza de la Orden y, alrededor de ambas, se encuentran los principales edificios de esta típica villa manchega.

Principales edificios de Tembleque
La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción data del siglo XVI, aunque fue ampliada en el XVIII. Su estilo es de transición del gótico al renacimiento y tiene planta de cruz latina con cabecero poligonal. Posee una sola nave y una bóveda de crucería de estilo gótico.

Entre las muchas casas señoriales que se alzan en esta villa, hay que destacar la Casa de las Torres, un edificio barroco del XVIII declarado de interés histórico-artístico desde 1979.

Asimismo, diversas ermitas del XVII, son visita obligada en un paseo por esta bella localidad toledana. Entre ellas destacan, por ejemplo, la del Cristo de la Palma (o del Cristo del Valle), la ermita de la Virgen de Loreto, la de San Antón o la de la Purísima Concepción.

Artesanía y gastronomía
Algunos de los platos más típicos de Tembleque son el cordero recental, la sopa cana, el revuelto, los sequillos, las gachas, el caldillo de patatas y las migas. A esto hay que añadir otros platos, típicos de la región, como la perdiz estofada o en escabeche, las truchas, las judías con perdiz, el conejo, el cuchifrito, el pisto manchego...

La tradición artesana toledana se expresa especialmente en los trabajos de forja, los muebles, la vidriería y los textiles.

Viajar a Sos del Rey Católico, una joya histórica del medievo

Esta muestra viviente de la tradición zaragozana más antigua, está ubicada en la comarca de las Cinco Villas. Es una de las cunas aragonesas del románico y el gótico medieval. Sus intrincadas callejuelas recogen la mágica tradición de las costumbres heredadas del medievo. Caminar por sus calles es como retratar el esplendor oscurantista de una época pasada, donde el misticismo se impregnaba en cada cimiento humano del lugar...

El pueblo recoge la esencia austera pero, a la vez, conmovedora de las villas de piedra, que se pierden entre un extenso mar histórico, salpicado por los característicos tonos ocres de sus casas. El recogimiento de sus gentes con la consabida paz que reina para el visitante, contrasta notablemente con el esplendor de sus fiestas, vestigio viviente de un pasado glorioso. Mezcla perfecta de descanso y colorido cultural, este pueblo posee las características necesarias para admirar un fino entramado de monumentos históricos.
Establecer rutas entre los distintos pueblos que forman la comarca de las Cinco Villas, constituye una de esas experiencias que dejan la profunda mella de la admiración. El conglomerado histórico de esta villa medieval, compuesto por un ramillete armonioso de murallas, castillos, casas e iglesias enclavadas en un laberinto de calles que se entrecruzan rítmicamente, como en un baile de serpentinas que danzaran, fue declarado en 1968 Conjunto Histórico-Artístico.

Aquí nació, en 1450 o 1452, el rey Fernando el Católico, marcando al pueblo con la gloria imperecedera de los grandes lugares, ruta inexcusable de visita para el amante de las tierras con solera. No se puede, por menos, que ensalzar la importancia de esta región que ha recogido el esplendor de los grandes reinos españoles. En este palacio se alojaban el rey don Juan y la reina doña Juana Enríquez. Asimismo, es el soberbio vestigio del nacimiento de un monarca, que abarcaría con su reinado la grandilocuencia imperial de un dominio mundialista.

En una de las dependencias interiores hallamos, sobre azulejos, una inscripción en este sentido. El palacio es uno de los edificios más importantes y señoriales del pueblo. Construido en piedra sillar, está rematado por almenas. Junto a él, se erige la iglesia de San Martín, que fue antaño la capilla privada del palacio. A ella el turista podrá acceder a través de un corredor desde la calle, o desde la planta baja del palacio. Posee una nave con techo fabricado en madera, sobre el cual contemplamos restos de pinturas murales. Tanto el palacio como la iglesia fueron declarados Monumento Nacional en el año 1925. En este recinto se iniciaría, prácticamente, el asentamiento de la cultura española, de su sentido a nivel mundial. El palacio se levanta en una plazoleta, justamente como si floreciera en el centro de un enmarañado complejo de callejuelas medievales. Aún guarda una capilla románica de exquisito preciosismo. Fue modificado en los siglos XVI y XVII.

Arte en estado puro
Si dirigimos nuestra mirada hacia la parte alta del pueblo, encontraremos los restos de un castillo que, en su época, tuvo fuertes connotaciones de defensa territorial, además de la iglesia de San Esteban. En ella, es importante mencionar la antigua pila bautismal, aparte de sus capiteles labrados con una impresionante percepción del detalle. Sobre dos de los ábsides de la cripta, podemos admirar distintos frescos del gótico lineal que datan del siglo XIII, huella inequívoca de la grandeza expansionista del cristianismo que, todavía, se tendría que expansionar con el reinado del hijo predilecto de Aragón. Esta iglesia, construida por García Garcés, fue ampliada con posterioridad en los siglos XII y XVI.

Son muy aconsejables las espléndidas vistas del paisaje, que se contemplan desde el castillo y la iglesia. La Lonja, con su célebre arquería gótica, el convento gótico de los carmelitas edificado en el siglo XVI, o el Ayuntamiento construido en el siglo XVI, son otros ejemplos esenciales de la magnificencia del lugar. Colindando con ellos hallamos la plaza mayor. Como interés turístico, resaltar igualmente el mercado del pueblo que cobra vida los viernes de cada semana, con una honda significación ancestral. Las fiestas de San Esteban, celebradas en la tercera semana de agosto, realzan el valor de uno de los pueblos más célebres del panorama turístico nacional. El Parador Nacional Fernando de Aragón o la Fonda Fernandina son lugares de extraordinario interés.

Del mismo estilo que la iglesia de San Esteban, es la ermita de Santa Lucía que se encuentra en los alrededores del pueblo. Debido a la trascendencia del lugar, se alzan numerosos edificios religiosos como el monasterio Valentuñana, que data del siglo XVII y en el que podemos contemplar un retablo de madera dorada del mismo siglo, así como las ermitas de San Nicolás de Ceñito, de la Virgen de Senín o la de Santa Fe. Por su parte, la arquitectura civil goza de un notable prestigio. Del siglo XVI es la afamada Casa Consistorial, y del XVIII, la casa de Isidoro Gil de Jasa. Estas mansiones señoriales están adornadas por escudos nobiliarios y ventanas germinadas. Como medida de protección se edificaron dentro del reducto amurallado. A ellas se accedía a través de un portalón principal, característico de las creaciones arquitectónicas del medievo.

Viajar a Sierra del Segura

Destacándose entre las diversas elevaciones de las cordilleras Béticas, la Sierra del Segura cautiva con sus encantos los ojos y el ánima de los aventureros que la acechan. Labrada en las escarpadas tierras del noreste de Jaén, su vista custodia las comarcas más meridionales de Albacete y su oído se complace con las canciones que le llegan de las montañas murcianas. Pero, ante todo, cada roca, cada planta y cada porción de tierra de las que la forman es un homenaje de belleza y sencillez a las aguas del río que la atraviesa y le presta su nombre: el Segura.

A la sombra de la Sierra del Segura se ubican los términos municipales de Beas del Segura, Benatae, Génave, Hornos del Segura, Orcena, Puente de Génave, la Puerta del Segura, Segura de la Sierra, Siles, Torres de Albánchez, Villarodrigo y Santiago-Pontones. Es precisamente en un paraje de esta última población donde nace el río Segura, que con sus aguas proporciona la riqueza a estas tierras.
Sus 193.412 hectáreas suponen el 14,22 por ciento de la provincia de Jaén y el 2,16 de la comunidad andaluza. El principal atractivo de estas tierras lo constituye su alto valor ecológico; en 1983 fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO y en 1988 lo fue como Zona de protección especial de las aves, por la Comunidad Económica Europea.

Aunque el hecho más destacable es que, desde 1986, la mayor parte de las tierras de esta sierra forman parte del Parque Natural más grande de toda España. Formado por las sierras de Cazorla, Segura y las Villas, tiene una extensión total de 214.517 hectáreas, de las que un 66,8 por ciento corresponden a la Sierra del Segura.

Flora y fauna
Por sus territorios campan en libertad especies de gran valor como la cabra montés, el muflón, el ciervo y el gamo. También abundan los jabalís, y no es difícil toparse con las huellas del gato montés.

En las aguas, la trucha común comparte el protagonismo con la arco-iris, que se ha introducido en muchos ríos del parque.

Por lo que respecta a las aves, allí se pueden contemplar cerca de 130 especies, donde destaca el majestuoso vuelo del águila real o las serenatas nocturnas de la lechuza. La flora de la Sierra del Segura también se encuentra entre las más ricas de la cuenca mediterránea. No sólo destaca su extensa masa forestal, sino que también existe una gran variedad de especies; por ejemplo, de pinos encontramos tres: el laricio, el carrasco y el negral.

Actividades y rutas: lo que hay que ver
Además de las riquezas meramente naturales, la zona está especialmente dotada para los llamados deportes de aventura, tan en boga en los últimos años. Bicicleta de montaña, senderismo, piragüismo o ala delta son algunos de los deportes que se pueden practicar y que atraen a multitud de turistas todos los años.

Una vez en la Sierra del Segura, la excursión imprescindible es la que se ha de realizar al nacimiento del río que bautiza todas estas tierras. El itinerario comienza en Pontón bajo, y desde allí debemos continuar la carretera hasta Santiago de la Espada. A la salida de este pueblo una pista forestal nos conducirá hasta el nacimiento del río Segura, atravesando el paraje de Fuente Segura.

Para el alojamiento no hay demasiados problemas. La zona cuenta con una importante red de casas rurales, albergues, campings e, incluso, zonas de acampada libre. Además, en las poblaciones importantes también existe la posibilidad de hospedarse en hoteles.

En definitiva, se trata de una zona que cualquier amante de la naturaleza, que tenga la oportunidad, no debería perderse.

Los pueblos blancos de la Sierra de Aracena

La ruta que ahora les proponemos guarda especial encanto y engloba a un nutrido grupo de poblaciones que se encaraman de forma magistral en torno a la Sierra de Aracena.

En Zufre, Higuera de la Sierra, Aracena, Corteconcepción y Puerto Moral se puede admirar el blanco inmaculado de la cal de las casas cuyo brillo se funde magistralmente con el fresco verdor de una vasta vegetación que inunda de belleza toda la zona este de la Sierra de Aracena.
Jabugo es un lugar mundialmente conocido por sus productos cárnicos y, en especial, por su exquisito jamón, elogiado y apreciado por los más prestigiosos maestros de cocina. En el fondo de un fértil valle repleto de castaños y frutales, Galaroza recibe al visitante entre el rumor de sus fuentes y el encanto de sus casas. Es Fuenteheridos, una localidad donde el agua adquiere una relevancia especial y Valdelarco, que se extiende por una maravillosa ladera rodeada de bosques de castaños, alcornoques y encinas, es la que aporta la nota de color al abigarrado paisaje de la Sierra de Aracena.

Aracena, en el corazón de la sierra homónima y de Picos de Aroche, es el punto de encuentro por excelencia del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche y está surcada por multitud de pequeños barrancos y riberas, representando, por otro lado, uno de los puntos más importantes, al encuadrarse aquí el nacimiento del río Odiel, en el paraje de los Marimat

En plena Sierra Morena, e integrados en el Parque Natural de la Sierra de Aracena y de Picos de Aroche, se hallan tres municipios con mucho que decir en el global histórico de la provincia de Huelva: Aroche, Cortegana y Almonaster la Real. Estas sierras poseen algunos paisajes de especial belleza, a los que el visitante puede acercarse para disfrutar de magníficas vistas. Además de disfrutar del medio ambiente, las calles de estos pueblos contienen monumentos y edificaciones de especial interés, a los que es necesario dedicarles su tiempo.

La ruta que ahora les proponemos guarda especial encanto y engloba a un nutrido grupo de poblaciones que se encaraman de forma magistral en torno a la Sierra de Aracena. Aroche, pueblo agrícola y ganadero, rodeado de verdes huertas y frondosa arboleda que riegan las aguas de la ribera del Chanza y la de la Peramora, es el pueblo más septentrional. Uno de los grandes alicientes es pasear por Aroche.

El ojo humano se encarga de descubrir el duende que tiene esta localidad, por sus calles y sus barrios, sus casas encaladas y calles empedradas. Entre los monumentos más destacados de Aroche se halla su castillo, del siglo XII, que se encuentra dentro del recinto urbano, rodeado por el caserío y que actualmente sirve de sede del Museo Arqueológico Municipal. Cuenta también en las proximidades con la llamada ermita de San Pedro de la Zarza, del siglo XIII. Su recinto amurallado está englobado actualmente por el caserío.

Por último, hay que destacar las Casas Solariegas de Aroche. Se trata de un conjunto de casas de familias nobles, unas dentro del núcleo histórico de la villa y otras en el campo, como la del Conde del Álamo (actual cuartel de la Guardia Civil), el Palacio de los Tinocos o la del Marqués de los Arcos. Por su parte, Cortegana, al pie de la colina donde se levanta su castillo, está situada entre bosques de castaños. El núcleo urbano se levanta al este del término municipal, a una altitud de 690 m. El término se caracteriza por una topografía accidentada, donde pequeños valles se entremezclan con cabezos y cerros que no llegan a alcanzar los 800 m.

El castillo que domina Cortegana está en un buen estado de conservación, y es lo que primero entra por los ojos del visitante. Pero no hay que quedarse sólo en él, pues en esta localidad hay un gran ambiente, unas fiestas populares magníficas y otros monumentos, como la iglesia parroquial del Divino Salvador, declarada Monumento Nacional. Almonaster la Real tiene viviendas de muy variados estilos, todos ellos muy bien ambientados en un conjunto con un gran interés urbanístico. Lo más destacado de Almonaster es una joya arquitectónica de riqueza singular rara avis: la Mezquita rural de Almonaster. Otros monumentos de singular interés son la Iglesia de San Martín y, adosada a ella, la Portada Manuelina del Perdón. La Ermita de la Trinidad comparte espacio en la plaza de la Constitución con el Ayuntamiento y la Casa-Palacio de D. Miguel Tenorio de Castilla.

Frente a la Ermita de la Trinidad está la antigua Casa Rectoral, y en la cercana calle del Pino hay una ventana de ladrillo árabe, ejemplo perfecto de la conservación de la arquitectura de la villa. Desde la calle de la Fuente se llega a la Fuente del Concejo, de ahí a la Ermita del Señor, y más adelante hasta la de San Sebastián, cuyos restos son del siglo XVI. Atravesando la plaza del Llano se accede al conjunto de fortaleza (muralla de fabricación romana y árabe) y la Mezquita, anteriormente mencionada (edificio califal del siglo X levantado sobre restos visigodos y romanos).

El paisaje cambiante
Pero no acaba aquí nuestro periplo por la Sierra de Aracena. A medida que vamos avanzando por ésta encontraremos un paisaje cambiante de sierras abruptas y barrancos encajados que esconden a cinco de los pueblos más importantes de la zona y de la provincia, como son Zufre, Higuera de la Sierra, Aracena, Corteconcepción y Puerto Moral.

El viaje desde Zufre nos mostrará paisajes cada vez más abruptos, hasta llegar a las mismas entrañas de la Sierra de Aracena. Higuera de la Sierra destaca por sus importantes núcleos de casas y por una colorista y original Cabalgata de Reyes Magos en enero. La siguiente parada será Aracena, que resalta por sus casas blancas que queda realzada por la belleza de sus monumentos. El siguiente pueblo es Corteconcepción, municipio singular que ha sido declarado conjunto histórico-artístico, no sin razón. Entre sus edificios más emblemáticos hay que mencionar la ermita de San Juan Bautista, de estilo barroco popular del siglo XVIII.

Por otro lado destaca también la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Concepción. Desde Aracena, nos habremos adentrado en el Paraje Natural de la Sierra que lleva su nombre y desde Puerto Moral tendremos la ocasión de acercarnos a la presa de Aracena, en el embalse del mismo nombre. Zufre se halla al este de la Sierra de Aracena y da paso a un recorrido por los territorios más encrespados de la provincia de Huelva.

Los picos más elevados de toda la provincia comienzan a despuntar ahora con toda su fuerza. Los verdes bosques nos acompañarán todo el camino durante el paseo. Los árboles viejos, la abundancia de vegetación, suaves olores de las flores de montaña se mezclan dando lugar a la aparición de uno de los Parques Naturales más importantes que los onubenses se enorgullecen de tener. Por el Parque natural de Aracena y los Picos de Aroche el paisaje no es uniforme, y a veces dibuja suaves formas que se ven quebrantadas por impresionantes macizos calcáreos. Puerto Moral está muy cercano al importante Pantano de Aracena. La naturaleza que acompaña toda la zona se rodea de bonitos paisajes y vistas como las que ofrece el Mirador.

Desde Puerto Moral se levanta un extenso valle situado entre montañas y allí, imponente, el pantano de Aracena se ofrece en toda su magnitud. En Puerto Moral destaca la Iglesia parroquial de San Pedro y San Pablo. Aracena, en el corazón de la sierra homónima y de Picos de Aroche, es el punto de encuentro por excelencia del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche y está surcada por multitud de pequeños barrancos y riberas, representando, por otro lado, uno de los puntos más importantes, al encuadrarse aquí el nacimiento del río Odiel, en el paraje de los Marimateos. Se encuentra por otro lado enclavada entre el monte de la Cruz y el Cerro del castillo, que da nombre a la Sierra. Aracena es, sin duda, es el eje de toda la comarca. Tanto su historia como su patrimonio artístico son admirables.

La ciudad está presidida por el Cerro del Castillo, sobre el que se alza la hermosa Iglesia Prioral del Castillo y los restos de una vieja fortaleza. Bajo el cerro aparece la Cueva de las Maravillas, un maravilloso entorno natural repleto de laberintos de simas y pasadizos, lagos de increíble belleza y, por todos lados, paredes y techos inundados de caprichosas estalactitas y estalagmitas. Es una cueva "kárstica", que ha sido acondicionada para su visita. En ella se ofrecen espectaculares juegos de luz, color y música en los que han intervenido músicos del prestigio de Luis de Pablos. Como antesala, está el Museo Geológico-Minero. Destaca, por otro lado, la Fuente de La Zulema, así como la Iglesia Prioral del Castillo, y la de la Asunción, de estilo renacentista de principios del XVI. El Carmen, fue construida en el más puro estilo sevillano, y Santo Domingo, levantada sobre el antiguo Hospital de San Sebastián.

Entre las edificaciones civiles hay que destacar el antiguo Ayuntamiento, obra medieval situada en la plaza Alta y el Palacio del Obispo Moya, del siglo XVII. En los alrededores de Aracena, a 4 kilómetros, hay que destacar los yacimientos arqueológicos de Castañuelo, con restos del Bronce del Suroeste y la Edad del Hierro. Otros municipios que es conveniente visitar se hallan en la zona central de la Sierra tales como Jabugo, y dentro de los ejes de comunicación Sevilla-Lisboa y Huelva-Badajoz. Es un lugar mundialmente conocido por sus productos cárnicos y, en especial, por su exquisito jamón, elogiado y apreciado por los más prestigiosos maestros de cocina.

En el fondo de un fértil valle repleto de castaños y frutales, Galaroza recibe al visitante entre el rumor de sus fuentes y el encanto de sus casas. Galaroza está situada en el valle de la ribera del Múrtiga, en la zona central del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. En la serranía septentrional de la provincia, encontramos también el término de Fuenteheridos, una localidad donde el agua adquiere una relevancia especial y su exuberante huerta nos revela la importancia del líquido elemento y la riqueza de este valle enmarcado entre tres cerros principales.

Otro municipio singular es Valdelarco que se extiende por una maravillosa ladera rodeada de bosques de castaños, alcornoques y encinas. Un singular trazado urbano, con casas encaladas y de rojas tejas, aparece ante el viajero, que, respirando ese sabor hondo de los pueblos andaluces, se deja atrapar por el encanto de la villa. Termina este amplio recorrido en un municipio que ha sabido conservar su identidad, y en el que la idiosincrasia de sus gentes y el marco incomparable del medio físico hacen de Valdelarco y de toda esta zona punto de encuentro entre los amantes del turismo rural.

Gastronomía y fiestas
En Aroche tenemos las de Semana Santa. En el Pregón del Descendimiento, los jóvenes del pueblo ayudan a descender de la Cruz a un Cristo articulado. Otro pregón es el llamado de Pilatos, en el que se lee una sentencia del gobernador romano. También se celebra la Romería de San Mamés, del domingo al martes de Pentecostés. La Feria es el segundo domingo de agosto y también se disfruta de los Carnavales. Además del Carnaval, en Cortegana tenemos la Romería de San Antonio, que se celebra en el mes de junio y, en septiembre, las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Piedad. En Almonaster la Real se celebra el 3 de mayo el Día de la Cruz, en el que rivalizan las hermandades de La Fuente y la del Llano y en el que se cantan los fandangos de Almonaster. La Romería de Santa Eulalia viene celebrándose al menos desde el 1700.

Los romeros salen al amanecer del tercer sábado de mayo vestidos con el traje típico de la zona y pasan el día junto al santuario con corridas de toros y otros festejos hasta Misa del Alba. Dentro de la gastronomía arochena tenemos las famosas Sopas de Peso, que se hacen cuando se van a pesar los cochinos. Otros platos típicos son las salchichas de aguardiente y las boronías. En la cocina corteganense destacan los huevos nevados, la chanfaina, las carrilleras en salsa o el arroz con setas. En Almonaster la Real, los platos típicos son la sopa de olores, los roscos de vino o el gazpacho de invierno. En Zufre se pueden degustar los sabrosos gurumelos (setas), el gazpacho serrano, migas, menudo de chivo y chacinas.

En repostería, destacan los pestiños y torta de chicharrones. Por otro lado, en la gastronomía de Corteconcepción, destacan los huevos moles, y como postres los pestiños y piñonates. Por último, en Aracena destaca la gastronomía de chacina. Se hace imprescindible la de cerdo ibérico. Entre los platos más importantes se encuentran el gazpacho de invierno, el caldo de matanza, el guiso de menudo, el guiso de setas y el potaje de castañas. Como grandes postres, para finalizar una buena comida, hay que tomar "poleás, florecillas y gañotes". Conviene también no irse sin probar los magníficos derivados del cerdo ibérico, sobre todo el famoso "Jamón de Jabugo", apreciado en todo el mundo y que da fama mundial tanto a Jabugo como a toda esta zona de la Sierra de Huelva. En la gastronomía de Fuenteheridos destacan las torrijas, la sopa de setas, el picadillo de invierno y el caldillo de matanza. Las chacinas, en Valdelarco y Galaroza, y el gazpacho en La Nava, son otras degustaciones que no podrá obviar el viajero.

Sus tradiciones
Las fiestas de Zufre son la Cruz de Mayo (primer domingo de mayo), las romerías de Nuestra Señora del Puerto (el último domingo de agosto y el segundo de septiembre) con caballistas. En medio de las dos tiene lugar la Feria. En Higuera de la Sierra las fiestas son la Cabalgata de los Reyes Magos, fundada por Domingo Fal Conde, que es una de las más antiguas de España. Destacan las fiestas de San Sebastián (patrón de Higuera), la Romería de Nuestra Señora del Prado, el Festival Taurino, que tiene lugar durante el mes de Agosto, donde participan importantes figuras del toreo. Mencionar también las Fiestas del Santísimo Cristo del Rosario, que se celebran en Septiembre, y las Fiestas del barrio de San Antonio.

En Aracena son muy importantes las fiestas de San Blas, que se celebran el día 3 de febrero. El Carnaval, que incluye, entre otras celebraciones, el "entierro de la cebolla". La Candelaria, que se celebra el 2 de febrero. La Semana Santa. La Feria de Mayo y la Divina Pastora, feria que se celebra el 7 de junio. En Puerto Moral sobresalen las Fiestas del "Camino", de la Cruz de mayo y la fiesta del Día del Señor que se celebra el primer domingo de septiembre. En Jabugo sobresale la Fiesta de la Virgen de los Remedios que se celebra durante el mes de julio.

La feria y las fiestas patronales tienen lugar en septiembre en honor a San Miguel Arcángel. En Galaroza sobresale la fiesta de los Jarritos que se celebra en el mes de septiembre. En la plaza de la Fuente de los doce caños está permitido mojar a cualquiera. Recuerda la costumbre de refrescarse que tenían los vendedores de piporros. En Fuenteheridos se celebra la Fiesta de la Castaña, y en septiembre tiene lugar la romería a la Peña de Arias Montano. En Valdelarco sobresale la Fiesta de San Salvador que se celebra en honor de su patrón el día 6 de agosto. Se inaugura con una solemne misa para dar paso a animados bailes y ambiente nocturno en los días siguientes. La Romería del Salvador es el primer sábado del mes de mayo.

Viajar a El Señorío de Molina

En Labros, población de origen celtibérico como prueban los yacimientos de los alrededores, se asentaron los romanos y fundaron Labrica, según cuenta Apiano.

Esta ruta nos lleva por el nordeste de la provincia de Guadalajara por un territorio limítrofe con Aragón, de intensa y movida historia fronteriza y de bellos paisajes naturales. Se podría considerar como un territorio independiente dentro de la provincia, ya que tiene sus límites muy definidos desde el siglo XV. Es una homogénea extensión de páramos que alcanza sus máximas cotas en los montes Aragoncillo y la Sierra de Caldereros, y lo más interesante es descubrir algunas muestras de románico rural y castillos roqueros.
La ruta comienza en Molina de Aragón, ciudad de intensa historia fronteriza y bellos entornos naturales, que es cabecera de una comarca forestal y pastoril, y capital del Señorío de Molina. Aparece por primera vez citada por Ptolomeo como el poblado celtibérico denominado Mediolum. Fue conquistada en 1129 por Alfonso el Batallador y convertida en el primer señorío de Molina por Manrique de Lara.

Lo más sobresaliente es su alcázar, un conjunto edificado junto a un castro celtibérico, que los árabes acondicionaron y utilizaron hasta el siglo XII. Es un destacado conjunto defensivo que cuenta con castillo, murallas y la llamada Torre de Aragón, en lo más alto del cerro que domina la ciudad, separada del resto de defensas a la que estuvo unida por una muralla almenada. Este recinto amurallado recibe el nombre de El Cinto y está declarado conjunto histórico.

Es una de las más típicas ciudades señoriales de Castilla-La Mancha. En la población tienen interés las iglesias del Convento de las Clarisas, transición del románico al gótico, la de Santa María la Mayor de San Gil y la de Santa María del Conde. Otros edificios de interés en Molina son el convento gótico de Franciscanos, fundado por Doña Blanca, señora de Molina, con añadidos barrocos. La torre barroca está rematada por un giraldillo o veleta, lo que hace que se le conozca como Torre del Giraldillo. El río Gallo atraviesa la población de norte a sur y sobre él está el Puente Viejo, románico y de tres arcos. Además, en sus estrechas y pintorescas calles de inconfundible sabor medieval existen numerosas casas nobiliarias y palacios, la mayoría del siglo XVI.

Al abandonar Molina hay que tomar dirección Teruel y a 11 kilómetros llegamos a Castellar de la Muela, donde es obligado visitar la ermita de Nuestra Señora de la Carrasca, un modesto edificio románico de una sola nave, cabecera semicircular, portada con tres arquivoltas y en el interior una pila bautismal con decoración de época medieval.

El itinerario continúa en dirección al Povo de Dueñas y, de allí, nos dirigiremos a Hombrados, donde se toma una pista que va por la Sierra de los Castillos de Zafra. En la vertiente sur se encuentra el castillo roquero de Zafra, sobre una inclinada lastra rojiza, en un despoblado. Si el vehículo no permite tomar este atajo habrá que ir hasta Campillo de Dueñas y seguir por un carril de tierra unos cinco kilómetros hasta llegar al pie del castillo. Desde el castillo, la vista de la comarca de Molina y muchas de sus fortalezas y parte de Aragón, la tierra de Albarracín y Ródenas, es impresionante.

Ecuador de la ruta: La Yunta
La Yunta tomó su nombre de una reunión habida allí entre el rey Alfonso X de Castilla y Jaime I de Aragón. En su entorno se encuentran importantes yacimientos de la Segunda Edad del Hierro. En la Plaza mayor se encuentra la torre medieval de San Juan. La iglesia parroquial es del siglo XVII, con un interior muy interesante: hay una cruz esculpida de la Orden de San Juan a quien perteneció por donación de los Señores de Molina. Desde La Yunta hay que ir a Embid. Aquí, en un pequeño cerro a la entrada del pueblo y próximo al río se encuentran los restos de la fortaleza construida en el XIV. Defensa de la frontera, fue incendiada en 1710 por las tropas vencidas en Villaviciosa y conserva la muralla, tres grandes cubos esquineros y las ruinas de la torre del homenaje de unos doce metros de altura.

La próxima parada es en Tortuera, otro municipio con interesantes casas molinesas de los siglos XVII y XVIII como las que forman parte del magnífico conjunto urbano de la Plaza Mayor, donde se encuentran el palacio de los López Hidalgo y el de los Moreno. La iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, herreriana, guarda en su interior un retablo mayor barroco. Muy cercanas están las Lagunas de la Colmada y del Canto, en las estribaciones del Monte Guisema. Tras pasar por Cillas, en la que destaca su iglesia parroquial románica, se llega a Rueda de la Sierra, otro buen conjunto de arquitectura molinesa, en la que destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves. Hay que regresar a Cillas, y tras 20 kilómetros se llega a la villa de Milmarcos, uno de los conjuntos más interesantes de arquitectura molinesa, entre las que destacan en sus nobles casas la de los García Herreros. Su Plaza Mayor tiene un gran valor ambiental. En lo alto del pueblo se encuentra la ermita de la Muela y, en el camino a Labros, la del Nazareno, barroca. En los caminos de entrada se encuentra una típica construcción molinesa: el pairón, dedicada a un santo.

Antes de dirigirse a Labros hay que ir a la villa de Fuentelsaz, importante enclave estratégico en la frontera entre Castilla y Aragón, durante las luchas que mantuvieron Pedro I el Cruel y Pedro IV el Ceremonioso. En el pueblo de Hinojosa se encuentra el más importante conjunto de casas molinesas del señorío, entre las que destacan la casa de los Ramírez, la de los Moreno o la de los Malos.

Se continúa camino hasta Tartanedo, donde destaca la iglesia parroquial de origen románico, en cuyo interior conserva un buen retablo y una pila bautismal románica. En el prado de la Piedad se levanta el rollo o picota, y la ermita de Nuestra Señora de la Piedad. El siguiente destino es Concha, donde se puede admirar una interesante Plaza Mayor, que contiene varios edificios de arquitectura popular molinesa de gran valor ambiental. En otra plaza, la antigua Casa del Mayorazgo conserva la estructura primitiva con un magnífico empedrado de dibujos geométricos y una portada del siglo XIX.

En Labros, población de origen celtibérico como prueban los yacimientos de los alrededores, se asentaron los romanos y fundaron Labrica, según cuenta Apiano. En la época en la que fue conquistada por Alfonso I el Batallador se construyó la iglesia de Santiago Apóstol, hoy en ruinas y abandonada. Situada en la parte más septentrional de la población conserva su puerta de acceso, con grandes arcos semicirculares con dibujos geométricos sobre pares de capiteles con figuras antropomórficas, y uno de ellos con entretejidos de madeja. La torre, fechada en 1548, tiene un reloj de sol grabado en piedra.

Viajar a Calanda

Calanda es una villa de la provincia de Teruel, en España, que cuenta con unos 3.500 habitantes, situada en la confluencia de los ríos Guadalope y Guadalopillo, justo cuando éstos dejan las zonas montañosas y penetran en la Tierra Baja o Bajo Aragón. De origen celtibérico, por sus tierras pasaron los romanos y los árabes, a éstos últimos se debe la canalización de riegos y conductos hidráulicos que aún hoy se disfrutan. Durante la Edad Media formó parte de la Orden de Calatrava.

No hay estudios históricos rigurosos sobre el origen del uso de los tambores en la Semana Santa de Calanda. La utilización del tambor como instrumento de celebraciones populares se relata que comenzó allá por la primavera de 1127, cuando sirvió para avisar a la población de una inminente invasión árabe. Esta tradición volvió a resurgir en 1640 como acción de gracias por lo que se ha dado en llamar el milagro de Calanda, restitución de una pierna previamente amputada a un vecino de Calanda, por intercesión de la Virgen.
Luis Buñuel, en su libro de memorias titulado "Mi último suspiro", escribe que el origen de los tambores hay que situarlo a finales del siglo XVIII. Mosén Vicente Allanegui, sacerdote calandino, afirma en el manuscrito de la "Historia de Calanda" que en 1856 se tocaba el tambor. Precisamente, este sacerdote organizó muchos de los ritos y costumbres que se celebran hoy en día, fundó la Cofradía de La Dolorosa, dio a la percusión un significado religioso y compuso el redoble de la "marcha palillera", el más bonito y peculiar de Calanda.

"Romper la hora"
LUIS BUÑUEL / MI ÚLTIMO SUSPIRO
Cuando el reloj de la Torre del Pilar inicie la cuenta de las 12, en la mañana del Viernes Santo calandino, la hora quedará rota. El sonido de los redobles se convierte en un lenguaje expresivo. A la primera campanada de las doce del reloj de la iglesia, un estruendo enorme como de un gran trueno retumba en todo el pueblo con una fuerza aplastante. Todos los tambores redoblan a la vez. Una emoción indefinible que pronto se convierte en una especie de embriaguez, se apodera de los hombres.

Pasan dos horas redoblando así y luego se forma una procesión, llamada El Pregón, que sale de la plaza principal y da la vuelta al pueblo. Va tanta gente que los últimos aún no han salido cuando los primeros ya llegan por el otro lado. En la procesión van soldados romanos con barba postiza (llamados putuntunes, palabra cuya pronunciación recuerda el ritmo del tambor), centuriones, un general romano y un personaje llamado Longinos, enfundado en una armadura, estos dos últimos se baten en duelo en un momento determinado de la procesión, haciendo los tambores un corro en torno a los dos contendientes. El general romano da media vuelta sobre sí mismo para indicar que está muerto, y entonces Longinos sella el sepulcro sobre el que debe velar.

Hacia las cinco todo ha terminado, se observa entonces un momento de silencio y los tambores vuelven a sonar para no callar hasta el día siguiente al mediodía. Los redobles se rigen por cinco o seis ritmos diferentes. Cuando dos grupos que siguen ritmos distintos se encuentran al doblar una esquina, se paran frente a frente, y entonces se produce un auténtico duelo de ritmos que puede durar una hora o más. El grupo más débil asume entonces el ritmo del más fuerte.

Los tambores, fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hace temblar el suelo bajo nuestros pies. Basta poner la mano en la pared de una casa para sentirla vibrar. La naturaleza sigue el ritmo de los tambores que se prolonga durante toda la noche. Si alguien se duerme arrullado por el fragor de los redobles, se despierta sobresaltado cuando éstos se alejan abandonándolo. Al amanecer, la membrana de los tambores se mancha de sangre: las manos sangran de tanto redoblar. A la primera campanada de las dos de la tarde, todos los tambores enmudecen hasta el año siguiente. Pero, incluso después de volver a la vida cotidiana, algunos vecinos de Calanda aún hablan a tirones, siguiendo el ritmo de los tambores dormidos.

Viajar a Camino a Santiago

En los Años Santos, la Catedral compostelana acoge a más de 150.000 peregrinos. El Camino del Norte, que parte de Irún y discurre junto a la costa, es la más antigua de las rutas jacobeas y una de las menos conocidas.

Desde que los primeros fieles comenzaron a llegar a Santiago a mediados del siglo IX, la Ruta Jacobea ha sido sinónimo de intercambio, diversidad y encuentro. Las noticias del hallazgo del cuerpo del Apóstol en el año 813 se difundieron probablemente siguiendo el cauce natural que proporcionaba la costa. Así surgió el camino primitivo a Santiago, conocido como Camino del Norte o de la Costa. A partir del siglo X comenzó a perder afluencia en pro del Camino Francés, que hoy concentra al 90 % de los peregrinos. La dureza de la ruta costera, junto al apoyo de los reyes cristianos a los caminos interiores relegó al Camino de la Costa en los siglos siguientes, por lo que la documentación conservada de este trayecto es escasa. Y eso que figuras tan destacadas como San Francisco de Asís escogieron este camino en 1214.
Afortunadamente, el esfuerzo de asociaciones e instituciones culturales, políticas y religiosas ha permitido la recuperación y señalización de este itinerario. Así, hoy surge el Camino de la Costa como una excelente alternativa para quien ya conozca el Camino Francés o no aguante el calor del verano de Castilla. La gran variedad de parajes naturales -verdes bosques, agrestes acantilados, hermosas playas- por los que discurre esta ruta que está jalonada con lugares y monumentos de indudable valor patrimonial, es un reclamo más que atractivo.

Dónde alojarse
Aunque desde 1994 el Camino del Norte está señalizado en todos sus tramos, no dispone de refugios para peregrinos por todo el recorrido, por lo que hay que recurrir a pensiones, albergues o campings. Para acogerse a la hospitalidad de los refugios es esencial presentar la credencial de peregrino, que puede conseguirse mediante un encuentro personal con representantes de asociaciones, cofradías, refugios, arzobispados u otros puntos -como la Universidad de Navarra- en os que ha delegado el Arzobispado de Santiago.

Conviene recordar que es necesario sellar la credencial una o dos veces al día en iglesias, asilos, hoteles... Y otros lugares por los que se ase, dejando constancia de la fecha, para demostrar que efectivamente se está realizando la peregrinación, a pie, en bicicleta o a caballo. Y, si no fuera posible obtenerla, puede utilizarse un diario de ruta en el que colocar los sellos, sin olvidar consignar las fechas. En todo caso, las asociaciones de amigos del Camino de Santiago pueden ayudarnos a preparar el viaje y a conocer los albergues que hay disponibles en el momento de iniciar el viaje.

Un camino con doce siglos de historia
El Camino del Norte, que acogió las primeras peregrinaciones a partir del año 840, fue olvidado durante siglos a favor del Camino Francés. Hoy ha recuperado su pasado y transcurre, bien identificado, por cuatro comunidades autónomas.

País Vasco
Empezando por Irún, puerta de entrada de aquellos peregrinos que llegaban del centro y del norte de Europa, la ruta pasa por San Sebastián, Gernika y Bilbao.

Cantabria
Siguiendo por Castro Urdiales -la Flavióbriga de los romanos-, el camino se extiende por Laredo, Santander, Santillana del Mar y San Vicente de la Barquera, que conserva la Puerta del Perdón y varios hospitales de apoyo al peregrino.

Asturias
El tamo asturiano discurre, entre otras localidades, por Ribadesella, Avilés -puerto medieval más activo del Cantábrico, al que llegaban muchos peregrinos desde Francia e Inglaterra-, Luarca y La Caridad, hasta la frontera con Galicia.

Galicia
En el siglo XVI, el Hospital de A Nosa Señora da Ponte, en Ribadeo, era el primer hospital gallego de la ruta que acogía a los caminantes. Proseguían hasta Villalba y desde ahí se dirigían hasta Mondoñedo. Y, después de algunas etapas más, la tan deseada culminación del viaje: el Pórtico de la Gloria, en Santiago de Compostela.

Viajar a Lagunas de Ruidera: nadar en agua dulce

El Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, con una superficie de 3.772 hectáreas, afecta a los términos municipales de Ossa de Montiel en la provincia de Albacete, Argamasilla de Alba, Alhambra y Villahermosa en la provincia de Ciudad Real. Constituye un lugar paradisíaco donde se puede disfrutar de la naturaleza y nadar en aguas dulces y claras.

Las lagunas se localizan en un valle excavado en el extremo Noroeste del campo de Montiel, con una longitud total de 28 kilómetros, y un desnivel de ciento veinte metros, situándose de forma escalonada y estando unidas entre sí mediante cascadas, torrentes, o conexiones subterráneas.
De origen tectónico, es decir, por hundimiento, acumulan el agua de los nacederos del Campo de Montiel en una sucesión de dieciséis lagunas de espléndidas tonalidades, en ocasiones unidas entre ellas por bellísimas cascadas. Tradicionalmente fueron consideradas como el nacimiento del alto río Guadiana, que a partir de los años cincuenta fue embalsado en Peñarroya, dando lugar a un embalse que hoy también aparece incluido dentro de los límites del parque natural. La zona tiene también grandes valores históricos y culturales, como el castillo de Rocafrida, o la cervantina Cueva de Montesinos.

Fauna y flora
Este encantador complejo de lagunas constituye una importante zona húmeda. Una gran población de aves acuáticas, ánades, fochas, porrones y cercetas, comparten el espacio con el aguilucho lagunero y rapaces nocturnas. La gran extensión de la superficie acuática da cobijo a una ictiofauna en la que destacan la boga, el barbo, la carpa, el lucio y el black-bass. Formando una orla en torno a las lagunas aparece la vegetación palustre de carrizo y enea, y en las altas laderas del Parque destacan las singulares formaciones de viejas sabinas.

Las Lagunas de Ruidera se ubican en el Alto valle del río Guadiana, sirven de límite provincial a Albacete y Ciudad Real y constituyen junto a las Tablas de Daimiel los dos espacios naturales húmedos más extensos e interesantes de Castilla-La Mancha.

En el caso de Ruidera, no sería nada exagerado señalar que en su entorno, hasta hace muy poco tiempo, podía admirarse uno de los paisajes de mayor belleza y más atractivos no sólo de Castilla-La Mancha sino de todo el territorio español. Obviamente, el lento discurrir de la corriente del alto Guadiana serpenteando en su angosto valle, se remansa numerosas veces a lo largo de su recorrido en un rosario de lagunas. En ellas, sus represas naturales de toba eran antaño rebosadas y furiosamente desbordadas por el agua conformando así un conjunto de saltos y cascadas, cuya espectacularidad dependía del caudal del río y de la altura y amplitud de la barrera.

Un paraje excepcional
La excepcionalidad de este paraje radica en:

La calidad de sus paisajes lacustres que contrastan bruscamente con los del ámbito geográfico del interior de la Península en los que aquellos se insertan.
La riqueza de su marco vegetal y la avifauna.
Ser uno de los más grandes e importantes espacios lacustres europeos asociados a formaciones de toba, como son el lago de Bañolas, en Gerona y el conjunto de lagos escalonados de Plitvice, en Yugoslavia muy similar al de Ruidera. En ellos se registra un hecho geomorfológico de gran trascendencia y que tiene por protagonista a los peculiares procesos de precipitación de carbonatos originados, en el caso de Ruidera, por las aguas del Alto Guadiana y que son los responsables directos de la aparición de esta zona lacustre.
Las lagunas se disponen de un modo escalonado a lo largo del perfil longitudinal del valle y los hechos que motivan la aparición de cada una radica en dos circunstancias: la impermeabilidad de los materiales geológicos que afloran en el fondo del valle y que pertenecen al Triásico Superior. La presencia de una barrera natural de composición tobácea construida por la precipitación de carbonatos provocada por las aguas del río y que cierra a modo de presa su cauce. La extensión de las lagunas es pequeña (800 por 250 metros) salvo alguna excepción (Laguna San Pedro: 1.600 por 400 metros; laguna Colgada y Del Rey: 2.500 por 450 metros). Su profundidad es variable en función de la climatología, llegando alguna a secarse en épocas de especial sequía. La profundidad de las lagunas más extensas puede ser de quince a veinte metros.

Morfología de las cascadas
En lo que respecta a la morfología existe un marcado contraste entre las lagunas altas y las bajas, los rasgos más representativos del paisaje de las lagunas "altas" son:

Presencia de barreras tobáceas que represan la masa acuosa de cada laguna y a las que se asocian un conjunto de cascadas y saltos de agua funcionales en los momentos en que aquella se desborda por encima de la barrera.
Perímetro rodeado, generalmente, por taludes y acantilados, labrados en otras acumulaciones tobáceas, con una morfología muy típica en voladizo.
Una mayor profundidad que condiciona por un lado, las tonalidades azul-verdosas de sus claras aguas y por otro, el asentamiento escalonado por debajo de la superficie de la laguna de una serie de plantas acuáticas cuya organización y densidad siguen las pautas de la máxima y mínima luminosidad.
Las lagunas "bajas", por el contrario, ofrecen un semblante completamente distinto: tamaño menor, ausencia de barreras funcionales y de sus cascadas correspondientes, formas grandes y suaves del receptáculo hídrico, que se traduce en una profundidad escasa o casi nula, ausencia de acantilados tobáceos (salvo alguna excepción), carácter cenagoso de sus fondos, etc. Estas peculiaridades motivan que la densidad de cañaverales, espadañales y masiegares alcancen unos niveles más acusados, lo que determina que estas charcas constituyan un excelente lugar para el refugio y anidaciones de aves acuáticas.

Viajar a El Priorato: el misticismo del vino tarraconense

El esplendor del siglo XVIII queda representado en el territorio del Priorato, en la sierra litoral de Tarragona, por el monasterio cartujo de Scala Dei, de corte místico. Una zona áspera y densa donde el vino sigue siendo el sustento de una despoblación progresiva de la comarca.

Los cartujos dejaron su huella en la zona del Priorato, con el cultivo de los viñedos y la llamada escalera del Cielo, Scala Dei, donde el rastro de Dios todavía es visible en este monasterio, cuyo punto álgido se remonta al siglo XVIII.
Y es que los cartujos impulsaron el desarrollo económico de esta zona localizada en la sierra litoral de Tarragona. Desde cereales y frutos secos hasta olivos, cáñamo y lino, por no mencionar el tradicional cultivo del vino que sigue omnipresente y continúa siendo, hoy en día, la principal actividad. En un primer momento la producción fue destinada para el monasterio, pero su prestigio alcanzado con el tiempo fue el impulso que permitió comercializarlo a gran escala. El Priorato de la vid, del tinto, blanco y garnacha, moscatel o malvasía.

Estas viñas del Señor se encuentran en una tierra de un marrón pizarroso, dibujado por muros y bancales simétricos donde la sierra del Montsant aporta esa solemnidad propia de los designios de Dios. Un Montsant labrado por la erosión, plagado de cuevas y abrigos naturales utilizados desde el paleolítico y luego refugio de anacoretas.

El Priorato conserva el pulso de la Catalunya agraria, con campos de cultivo y pueblos colgados sobre peñas, de casas bajas y colores ocres. Pero con los años la despoblación ha ido menguando el crecimiento demográfico. Una de las causas del movimiento de población vino a principios de siglo con la invasión de la filoxera. Desde 1900 a la actualidad, los habitantes han disminuido desde los 24.000 a los 10.000, pero todavía conservan el impulso de antaño por el cultivo de la vid, así como el del almendro, el olivo o la avellana.

El símbolo celestial de esta zona divina queda reflejado por el monasterio cartujo de Scala Dei. Cuando fue construido administraba justicia y prisión, cobraba los tributos y explotaba el esplendoroso comercio del vino. Durante la Edad Media llegaron a permanecer en él treinta monjes y quince legos. La iglesia se transformó al estilo barroco durante la época esplendorosa del siglo XVIII, cuando el antiguo erial se había convertido en una ciudad del silencio, con tres claustros y hostería, y donde el prior tenía un poder cuasi sobrenatural.

Platos propios y genuinos: la olla barrejada
La cocina también refleja su personalidad, por ser sencilla, gustosa y abundante. Platos propios y genuinos como la olla barrejada, una variante de la escudella; truchas, perdices con olivas, caldo con tropezones o patatas con bacalao. Por no decir de los exquisitos postres como los orejones, rosquillas o cocas azucaradas.

Y de naturaleza es tan rica como para que acudan frecuentes excursionistas, que usan y visitan sus grutas y caminos, como los senderos históricos entre Reus y Lleida, salida del que fue último vestigio musulmán de Catalunya. Así como visitas a sus múltiples referencias.

Viajar a Pontedeume, la cuna de los Andrade

Pontedeume, la vieja cuna de la poderosa familia de Los Andrade, se emplaza en las laderas que, con fuerte pendiente, ascienden hacia el Monte Breamo; en el margen izquierdo del río Eume, en el lugar de contacto con las aguas de la ría de Ares. Villa rica en historia, bella por sus abundantes monumentos, algunos de ellos situados en parajes privilegiados, donde la calma y el silencio contrastan con el animado ambiente nocturno.


La capital del bajo Eume es un conjunto que destaca por sus calles angostas, sus pequeñas y acogedoras plazas y por sus casonas acristaladas asentadas sobre soportales, que protegen de la lluvia invernal y del sol veraniego a los caminantes que circulan por sus calles.
Desde Cabañas, al otro lado del estuario, la villa destaca como una sinfonía de blancos y grises, con los barcos de pesca sirviéndoles de guardianes marinos, lo que contrasta con el verde de las laderas que trepan hacia el Monte Breamo. Los pintorescos paisajes del río Eume ofrecen bellas estampas naturales.

Al ascender por el valle, se encuentran las Fragas do Eume, uno de los bosques atlánticos más importantes de Europa. Cerca de su desembocadura, las laderas son suavemente inclinadas, y van adquiriendo más y más verticalidad hasta convertir el sector en un cañón estrecho, dominado por la humedad y el verde intenso de las plantas.

Entre los lugares naturales más atractivos de Pontedeume destacan las frondosas riberas del río, un camino que recorre la orilla izquierda, donde los pescadores tienen su refugio, hasta el puente por el que cruza el río y se sube al monasterio de Caaveiro, en el municipio de A Capela.

Desde el punto de vista monumental, la blanca villa constituye el primer foco de atracción, con su torre, iglesias y antiguos palacios y la bella torre de los Ulloa, del siglo XII, con un escudo de la villa y de los Andrade. Dos iglesias románicas destacan en el municipio: la de San Miguel de Breamo, ubicada en el monte que se alza a espaldas de la villa, y la de San Martín de Andrade.

Dominando todo el valle de Pontedeume se alza el castillo de Andrade, emplazado sobre el otero de Leboreiro. El monumento más destacado de la villa es la Torre del Palacio de los Andrade, único vestigio que queda del antiguo palacio, construido en la segunda mitad del siglo XIV.

Junto a la hermosa villa medieval de Pontedeume podemos visitar destacados monumentos, como la iglesia-parroquia de Santiago, de exterior neoclásico, y capilla ojival. La iglesia de Santiago comenzó a construirse en el siglo XVI; a esta época pertenece la capilla mayor, de estilo gótico tardío. El resto, de estilo neoclásico, luce una vistosa fachada adornada con pilastras y dos altas y robustas columnas que sostienen un llamativo cornisamiento.

Otra hermosa estampa ofrecen los vestigios que se conservan del puente que da nombre al municipio. Éste fue el viaducto más importante de Galicia y el más largo de España hasta la época moderna. Mandado construir por Fernán Pérez de Andrade en 1380, salvaba el estuario del Eume con una longitud de ochocientos metros. Tenía 79 arcos con sus tajamares y los correspondientes asientos en los salientes superiores. Entre los arcos segundo y tercero estaban el oso y el jabalí de piedra, emblema de los Andrade, que fueron llevados a la Casa Consistorial cuando se desplomó parte del puente. No hace muchos años volvieron a colocarse en los jardines de entrada. Por otra parte, estas tierras son ricas en cruceiros y en otros muchos y variados detalles de interés. Recorriéndolas desde el sur y, especialmente por el interior, es posible admirar diversidad de cruces de piedra, antiguas y modernas.

Para conocer la ciudad medieval de Pontedeume lo mejor es perderse por sus calles. La villa tiene un conjunto histórico-medieval bien conservado, con estrechas callejuelas, edificios de amplias balconadas y bonitas plazas. La ciudad disfruta de un hermoso paseo marítimo, con la continua distracción de la ría, salpicada de embarcaciones pesqueras y recreativas. La magnifica playa de la Magdalena, aunque pertenece a Cabanas, forma parte inseparable del paisaje del municipio.

Viajar a Peñafiel: la nave varada en la meseta

La villa de Peñafiel es el centro de la comarca vallisoletana a la que da nombre. Se encuentra emplazada a 56 kilómetros de la capital vallisoletana. En su término municipal se han encontrado restos de antiguos poblamientos pertenecientes a la prehistoria del hombre.


Durante la Edad Media, Peñafiel alcanzó un gran esplendor y desarrollo. La villa medieval se convirtió en un punto estratégico clave en la lucha contra los musulmanes por su posición junto al Duero. En el año 943 se segregó una comunidad del denominado castillo de Penna Fidele y de Sacramenia.
Posteriormente pasó al Condado de Castilla y poco después a Sancho Garcés que convirtió su castillo en un importante puesto fronterizo. En la villa nació el insigne D. Carlos, príncipe de Viana.

En el siglo XV pasó a propiedad de la Orden de Calatrava, concretamente al Conde de Ureña, Pedro Girón, que lo cedió a sus hijos permaneciendo bajo la familia de los duques de Osuna y marqueses de Peñafiel hasta bien entrado el siglo XIX. El castillo de Peñafiel es considerado como uno de los más bellos ejemplares de toda la provincia y una de las mejores fortificaciones del medievo de los llamados castillos roqueros de Castilla y León. Está emplazado en lo alto de un cerro adaptado a la estructura del terreno. Está construido en estilo ojival germánico y presenta unas dimensiones extraordinarias con más de 205 metros de largo por 20 de ancho.

Su posición le otorga un aspecto muy peculiar. Algunos señalan que incluso se parece a un barco anclado en medio de la gran meseta castellana. Los especialistas señalan que todavía existen restos de la primitiva fortificación, allá por el siglo X. Fue reformado a principios del siglo XI y más tarde restaurado por Don Juan Manuel. Durante el reinado de Juan II de Castilla, en el siglo XV, fue de nuevo reformado.

Su torre del homenaje es de planta cuadrada, tiene 34 metros de altura y consta de tres plantas. Está flanqueado por dos patios que custodian las caballerizas y guarniciones al sur. Al norte se encuentran los almacenes y el algibe. Fue declarado Monumento Nacional en 1917.

Viajar a Pampaneira, un paraíso de esencia bereber

Pampaneira es un pueblecito de Granada desde el cual se divisa todo el Barranco de Poqueira; es el más alto de los tres pueblos que lo componen y el ejemplo más característico de la arquitectura norteafricana de los bereberes. Por sus calles se puede pasear respirando aire puro a 1.029 metros sobre el mar y beber agua de manantial fresquísima. Un pueblo que sorprende por su sencillez y su gente amable, que hará de la estancia en sus lares una delicia. Un pequeño pueblo que conserva maravillas del arte, aparte de un estupendo paisaje.

De pasado árabe, la iglesia de este pueblo fue construida sobre una mezquita, en el año XVI. Tiene un estilo barroco y como culto principal la Santa Cruz. En su interior alberga tesoros como, por ejemplo, tres retablos tallados en madera dorada, un artesonado mudéjar, diversas esculturas, también de madera, de los siglos XVII y XVIII y orfebrería de este último siglo. Así como una sacristía cuyo mobiliario se enmarca en 1700.
Todas las casas de este pueblo conservan el mismo estilo, tanto es así que en 1977 y 1978 consiguió el Premio Nacional de Embellecimiento de los Pueblos de España. Galardón muy merecido porque a la belleza natural de sus paisajes y alturas se añade la uniformidad que se puede observar en sus calles y que le da un toque auténtico a esta pequeña población, que se cuida tan bien porque, entre otras cosas, actualmente vive del turismo, sobre todo en los últimos años, pues es el punto elegido por muchos viajeros para hacer turismo rural.

Pampaneira es, además, el sitio ideal para disfrutar en la mesa. Platos tan consistentes como el típico "Plato Alpujarreño" darán fuerzas a los más desfallecidos, ya que en este exquisito manjar degustaremos patatas a lo pobre, huevo frito, jamón, longaniza, morcilla y pimientos fritos. Desde luego, no está diseñado para los que siguen la moda light, pero incluso éstos caerán en la tentación.

Ficha proporcionada por la Junta de Andalucía:


Monumentos
El conjunto urbano, las fuentes de agua, en especial la fuente del Cerrillo y las de los Poetas de la Chumpaneira. La iglesia parroquial, edificio con artesonados mudéjares construido en el siglo XVI. La Casa de la Cultura, donde se pueden observar exposiciones de artesanía local. También es recomendable visitar el Monasterio Budista de O Sel Sing, destinado al retiro y a la meditación.
Gastronomía
Platos típicos como el lomo en horza y el plato alpujarreño. Respecto a los dulces, destacan los roscos y los borrachillos.
Fiestas
Día de la Cruz, que se celebra el 3 de mayo. La Feria Artesanal, que tiene lugar durante el mes de septiembre. La Fiesta de la Matanza, que se celebra a primeros de diciembre.

Viajar a Ordesa y Monte Perdido

La provincia de Huesca se caracteriza por sus bellos parajes, cualquier estación del año es buena para perderse por sus exuberantes montañas. Los amantes de la naturaleza encuentran en esta provincia la libertad de caminar por las rutas más bellas de España y los enamorados del deporte blanco disfrutan en las mejores pistas de esquí. El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en una visita obligada para todo aquel que busque aire fresco y belleza.

El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido conserva algunos de los más bellos paisajes de las montañas europeas, a la vez que alberga una excelente muestra de los hábitats y seres vivos típicos de los Pirineos.
Situado en la provincia de Huesca, en pleno corazón de la cordillera pirenaica, el territorio protegido abarca 15.608 hectáreas. Su orografía está dominada por el macizo del Monte Perdido. A su alrededor, entre escarpadas sierras, se abren los valles de Ordesa, Añisclo, Escuaín y Pineta. En la cara norte del macizo, a más de 3.000 metros de altura, se localizan los glaciares del Cilindro y del Monte Perdido. El agua y el hielo son los principales agentes que han modelado el paisaje de Ordesa, que cambia inusitadamente de una a otra época del año. Su belleza y espectacularidad no tienen parangón con ningún otro rincón de las montañas pirenaicas.

Alrededor del Parque Nacional se extiende un paisaje pirenaico humanizado. Los pueblos aparecen como un desafío a las fuerzas de la naturaleza que les rodean, la vida aquí depende del respeto al entorno.

Fauna
En un lugar de tan abundante y de diversa vegetación, con cursos de agua muy variables y con humedad constante, existe una fauna muy rica y variada. Entre los insectos hay que citar una de las mariposas más bellas de Europa, la "Graellsia isabelae"; entre los anfibios, el tritón pirenaico, y entre los reptiles, el lagarto verde. Las rapaces están ampliamente representadas, destacando el quebrantahuesos, objeto en la actualidad de un plan de recuperación. En todos los ríos abundan las truchas, donde también encontramos el desmán de los Pirineos y la nutria. Merece especial mención la cabra montés, aquí llamada bucardo, único representante de esta subespecie, en competencia con el ágil sarrio.

Flora
La flora del Parque Nacional es muy rica, debido, entre otras causas a la gran diferencia de altitudes y a la evolución geológica de las glaciaciones. En los valles encontramos, principalmente, el pino silvestre, la haya y el abeto. En Ordesa, frío y húmedo, dominan los hayedos; en Pineta, más árido, los pinares y, en Añisclo y Escuaín, el bosque es submediterráneo, compuesto por encinas y quejigos en las partes altas y hayas, abetos y tejos en las partes bajas. Por encima de los 2.000 metros, la vegetación existente es herbácea y destacan las festucas, los tréboles alpinos y la flor de las nieves, conocida como edelweiss.

Problemática de conservación
Las razones que motivaron la declaración de Parque Natural fueron la conservación intacta de su paisaje, evitando la desaparición de los bucardos. Por otra parte, el aprovechamiento ganadero durante unos meses al año, en las praderas del Circo de Soaso, en la cabecera del Valle, constituía una huella de actividad humana que la ley no consideraba oportuno proteger, razón por la cual dicha zona quedó excluida del Parque Nacional.

Pasaron décadas sin que ni la pequeña extensión del territorio protegido, ni sus raquíticas y trasnochadas normas de protección fueran reconsideradas. En 1966 fue declarada la Reserva Nacional de Caza de Viñamala -que abarcaba 49.230 hectáreas e incluía al Parque Nacional y las montañas occidentales hasta el río Gállego- y, en 1977, la UNESCO aceptó nominar Reserva de la Biosfera al territorio de la Reserva de Caza. Ninguna de las dos figuras conllevaba norma alguna de protección, si bien el Estado se comprometía a desarrollar en su ámbito medidas para su conservación.

Tras diez años de presiones y expedientes desde ámbitos científicos, conservacionistas y excursionistas, el 30 de julio de 1982 apareció en el B.O.E. la ley que multiplicó por siete su superficie y cambió su nombre por el de Ordesa y Monte Perdido. Al ser ampliado el Parque Nacional, quedaron prohibidas en su seno algunas actividades humanas, tales como la caza y la extracción de madera, leña y setas. Se mantuvo el aprovechamiento ganadero, actividad integrada desde antaño en el equilibrio ecológico del territorio.

Ascensión al Monte Perdido
Resulta ya habitual comenzar la ascensión al Monte Perdido (3.355 m) desde su ladera occidental, donde se halla situado el refugio Delgado Úbeda de Góriz. El camino discurre en todo momento por el llamado Barranco de Góriz, con el torrente siempre a la izquierda. Alcanzado el Lago Helado, a 3.000 metros, el sendero lo bordea girando al sureste y ascendiendo ya directamente a la cumbre sobre los depósitos de piedras acumulados al borde del cantil. Las cumbres hermanas forman un conjunto de perspectivas indescriptibles y sobrecogedoras, que se divisan en los escasos días benignos de que goza la cumbre.

Patrimonio geológico
Ordesa es un formidable ejemplo de valle glaciar cuaternario, con típica forma en "U" y una serie de forjas y cornisas que delatan la acción del hielo y de la nieve. La desaparición del hielo tras la última glaciación -hace unos 10.000 años- ha hecho que sea la acción fluvial del río Arazar la que remodele el valle. Un recorrido por el mismo, al menos hasta la zona del circo de Soaso, nos permitirá ver, además de los impresionantes escarpes calizos de edad cretácica, toda una serie de cascadas y graderías.

Los territorios del parque son muy complejos tectónicamente. Forman parte de las Sierras Interiores, conformando un amplio mando de deslizamiento hacia el sur. Existe un buen número de pliegues tumbados que, según los cortes, pueden dar la falsa impresión de estar ante series subhorizontales poco alteradas por los esfuerzos tectónicos de la orogenia alpina, la generadora de los principales relieves del Pirineo.

Relativamente cerca, y dentro del entorno del parque, tenemos magníficos ejemplos visitables de desfiladeros fluviales en el cañón de Añisclo y las gargantas de Escuaín.

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