domingo, 6 de enero de 2008

Viajar a Marruecos Jaimas, kasbahs, riads... secretos de Marruecos

Una auténtica experiencia beréber en el Marruecos más cálido y colorido. Alojándose en jaimas alfombradas entre las dunas, kasbahs de adobe en verdes palmerales o exquisitos riads escondidos en los callejones de la medina. Ouarzazate, Zagora, Skoura, Todra... El Marruecos escondido tras el Atlas, sólo se puede conocer en todoterreno o dromedario de la mano de expertos guías. La aventura transcurre por gargantas, arenales, y oasis, descubriendo mágicas ciudades de color ocre, habitadas por hospitalarias y sonrientes gentes.


Este destino, cercano y desconocido, nos ofrece una asombrosa variedad de paisajes y olores que envuelven al visitante en una mezcla de sorpresa y admiración difícil de olvidar.
Los afortunados aventureros viajarán desde el Marruecos más fértil y verde, hasta los magníficos palmerales del otro lado del Atlas, pasando por los zocos más bulliciosos y el cambiante e infinito desierto.

Riads escondidos
En Marrakech, con su algarabía en la medina, llena de aguadores y aromas especiados, se ha extendido un fenómeno llamado riad, las espléndidas mansiones rehabilitadas de la antigua nobleza del Reino Alauí. Entre las calles abigarradas, como tratando de pasar desapercibidas, se encuentran las entradas de estas hermosas casas-palacio. En ellas, como por encanto, se hace el silencio. La luz entra a raudales por inmensos patios abiertos, que son centro y también parte de las estancias, y las flores y fuentes, siempre presentes en la decoración, llenan de magia el ambiente. No sólo hay oasis en el desierto.

En estos intensos días, el visitante podrá disfrutar de todo el encanto de la ciudad imperial, donde conviven modernidad y tradición. Adivinos, encantadores de serpientes y malabaristas pueden contemplarse en el gran centro artesanal de la cuidad, junto a las murallas rosas o la plaza de Jemaa-l-Fna a la caída del día.

A la espalda del Atlas
Al este de las cumbres nevadas, el desconocido Marruecos se abrirá ante la inquieta mirada del viajero: tesoros como la fílmica e impresionante fortaleza de barro de Aït Benhadou (patrimonio de la humanidad), y palmerales como el de Skoura con bellas kashbash o campos de cultivo de rosas damasquinas, son algunas de las riquezas de la meseta presahariana.

Uno de los paisajes más sorprendentes lo componen las gargantas de los ríos Dades y Todra. El Alto Atlas da vida al río Dades, que corta la montaña dando lugar a un valle repleto de colores. Los enormes acantilados del Todra y sus gargantas de calcio serán la delicia de los más aventureros.

Durante los últimos días los exploradores recorrerán en dromedario el desierto, buscando el lugar idóneo donde compartir un té, mientras se cuentan viejas historias alrededor de la hoguera. El atardecer, con su paleta de colores, no es más que el mágico preámbulo de sus preciosas noches. Noches en las que la belleza del cielo estrellado rivaliza con la del mar de dunas y las jaimas beréberes son el mejor refugio descansar.

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