miércoles, 9 de enero de 2008

Viajar a Zaragoza, el faro de Aragón

Cualquier ruta que se emprenda por Aragón es casi seguro que comenzará, o terminará, en Zaragoza. Un destino que va más allá de la jota, el Pilar y la buena mesa, que esconde otros tesoros como la Iglesia de Santa Engracia, el Palacio de Condes de Luna o el de la Aljafería, entre tantos otros. Y fueron los pinceles de Velázquez y Mazo los que plasmaron el ambiente de Zaragoza, una vista magnífica que ya supieron apreciar en el siglo XVII dos maestros de la pintura.

Zaragoza fue, en tiempos antiguos, Cesarea Augusta, y ya por entonces encandilaba a los numerosos visitantes que se acercaban a uno de los pulmones de la España de antaño. Por entonces, ya era una bella ciudad situada a orillas del Ebro, de hermosas casas de ladrillo y con numerosas iglesias. El célebre escritor Benito Pérez Galdós también quedó maravillado de sus barrios, sobre todo el de las Tenerías, del que dijo "traía a la imaginación los recuerdos de la dominación arábiga. La abundancia del ladrillo, las ventanuchas con celosías, la completa anarquía arquitectural, aquello de no saberse dónde acababa una casa y empezaba otra".
Un recuerdo, el de Galdós, que ha traspasado los siglos, aunque de estas palabras sólo se aprecia, en la actualidad, la veracidad en los barrios antiguos, el de las estrechas callejuelas y hermosos palacios renacentistas, las numerosas torres mudéjares, las catedrales y las recoletas plazas.

Todo itinerario por Zaragoza debe comenzar por la Plaza de Aragón, actual centro geográfico de Zaragoza, donde se encuentran los edificios de la facultad de Medicina y de Capitanía. También se encuentra el patio de la Infanta, que tiene un encanto especial. Hacia la Plaza de España, por el Paseo de la Independencia, se encuentra una de las visitas imprescindibles, la iglesia de Santa Engracia, toda una joya del Renacimiento y en cuya cripta se encuentran sepulcros paleocristianos de los Innumerables Mártires.

El bullicio y el calor del risueño carácter maño se encuentran en el Coso, una de las calles de mayor tradición de la ciudad y toda una arteria del barrio antiguo. Muy cerca se encuentra otra joya de esta ciudad, el palacio renacentista de los Condes de Luna, que hoy es la Audiencia, con patio y artesonados típicos de la arquitectura aragonesa. Otro centro de actividad es el Mercado Central, visita indispensable donde, además, se pueden encontrar algunas delicias de su gastronomía.

Hacia la Plaza del Pilar
Antes de llegar a la visita imprescindible a uno de los tesoros de la capital aragonesa, vale la pena admirar el pasado de esta ciudad, las murallas romanas, cerca del Mercado, además del torreón de la Zuda, auténtica atalaya del río Ebro.

En la Plaza del Pilar los visitantes se pueden pasar horas ante el conjunto arquitectónico del que tantas veces se ha hablado al referirse a Zaragoza. Y no es para menos, ya que se concentra desde la Basílica, donde se encuentra el valioso retablo de Damián Forment, además del palacio de la Lonja y la catedral de La Seo, con la imperante huella del gótico en su interior, barroco en el coro y mudéjar en la fachada de su lateral derecho.

El interior de la Seo merece un capítulo aparte, sólo por la belleza del retablo gótico del altar mayor, producto del arte de Juan de Suabia y Pere Johan, además de los más de setenta tapices franceses y flamencos de la Seo, tejidos en Arras y en Bruselas, además de bocetos de Goya y Bayeu, ideados para las cúpulas del Pilar.

Iglesias, palacios y torreones
Detrás de la Seo se encuentra el Arco del Deán, de bella factura gótica, justo el comienzo de un recorrido de callejuelas que encandilarán al visitante, por su tranquilidad y la cantidad de antiquísimas tabernas para tomar un aperitivo, como buen ejemplo es el conocido Mesón de Faustino. De la belleza de las torres mudéjares que guarda Zaragoza merece la pena la de Santa Magdalena.

Cerca de la Plaza de San Miguel, hay un enfrentamiento arquitectónico de mucha fuerza. Por un lado, la iglesia barroca del Seminario de San Carlos; por otro, la Casa de los Morlanes, palacio renacentista con singulares balcones.

Otras visitas de interés son la iglesia de San Gil, el palacio de Torrero, hoy sede del Colegio de Arquitectos, así como el entrañable rincón de la plaza de Santa Cruz, donde se encuentra el palacio de los Pardo, convertido en Museo Camón Aznar.

Otro rincón de interés reside en la estrecha calle del Temple, donde están el torreón de los Fortea y el palacio de los Argillo, hoy museo Gargallo, y la iglesia de San Felipe, con las bellas columnas salomónicas.

El palacio de la Aljafería
El palacio de la Aljafería es una de las más importantes huellas del arte musulmán en España. Del siglo XI, construido por la familia Beni Hud, pasó por las más variadas manos: desde los reyes de Aragón, para lo que sufrió una reforma, hasta los Reyes Católicos, renovado de nuevo, y transformado, posteriormente, en sede de la Inquisición y en cuartel de Infantería por último. Es un palacio de enorme belleza que guarda como una de sus joyas esta ciudad situada a orillas del Ebro; un palacio admirable por sus magníficos almocárabes, sus capiteles cincelados, yeserías y artesonados de casetones.

Viajar a Zamora: una leyenda entre murallas románicas

Conocida como la ciudad del Romancero, Zamora es una ciudad de un carácter claramente turístico que alberga grandes acontecimientos culturales. Pasear por su casco histórico supone transportarse varios cientos de años para situarse en una ciudad medieval, imagen que el paso del tiempo no ha hecho desaparecer en esencia. Ciudad clave del románico, sus murallas, iglesias y edificios civiles son modelos de ese estilo arquitectónico y artístico.

La capital zamorana posee una superficie de 10,5 Kilómetros cuadrados con una altitud de seiscientos cincuenta y dos metros sobre el nivel del mar y en la que habitan cerca de sesenta y cuatro mil personas. El clima de la ciudad es de carácter continental.
Con respecto a sus orígenes, su situación, asentada sobre una gran peña que domina el Duero, hace suponer que fue fundada en tiempos remotos. Algunos datos hablan de que fue un asentamiento vacceo, y de su existencia en época romana con el nombre de Ocellum Duri. Es de esta época cuando surge una figura popular, que ha acabado por ser parte de las señas de la ciudad, Viriato. Una imagen del héroe ocupa una de las más bellas plazas de Zamora, que también lleva su nombre, ejemplo que habla de su arraigo en la memoria colectiva de la ciudad.

El origen de su topónimo se remonta hacia la época visigoda, cuando aparece en monedas de los años 610-620 el nombre de Semure. Los musulmanes la llamaron "Azemur" (olivar silvestre) y también "Samurah" (ciudad de las turquesas). El nombre actual aparece en el Salmanticense "como una de las plazas recobradas por Alfonso I a los moros".

Las murallas de Zamora
Pero, sin lugar a dudas, una de las imágenes que más fascina al visitante de esta magnífica ciudad son sus murallas. Edificada sobre las peñas de Santa Marta, éstas sirvieron de cimiento a la primera muralla de la ciudad que se levantó en el 893. Son sus murallas las que consiguieron a la ciudad el apodo de "la bien cercada" por parte de Fernando I, quien reconstruyó la urbe tras haber caído en manos de Almanzor, y la repobló para legársela a su hija Doña Urraca. Para terminar con las frases populares, el intento de Sancho II, hermano de Doña Urraca, de arrebatarle la ciudad sometiéndola a un férreo cerco, hizo acuñar esa paráfrasis de "no se ganó Zamora en una hora".

Las murallas, las puertas de Zambranos o de Doña Urraca y la de Olivares, junto a la casa del Cid, el castillo, las iglesias románicas, los palacios renacentistas y su morfología de calles estrechas y empedradas, presidida por la extraordinaria cúpula de la Catedral, confieren a Zamora un sobrecogedor ambiente medieval. El acceso a esta ciudad medieval desde el sur se realiza cruzando el Duero por el Puente de Piedra. De estilo románico, este puente se levantó entre los siglos XII y XIII a unos cien metros aguas arriba de otro de época romana, del que hoy aún se conservan algunos restos.

Zamora tuvo tres recintos amurallados. El primero de ellos se conserva casi en su integridad y es el más importante, ya que delimita el atolón sobre el que se asienta la ciudad histórica. Esta primera fortificación se realizó en tiempos de Fernando I, en el siglo XII, sobre los restos de anteriores fortificaciones árabes. A lo largo de esta muralla se encuentran algunas de las puertas de acceso al recinto, cargadas de historia. Por ejemplo, la Puerta de Olivares, permitía el acceso desde el puente romano y comunicaba directamente con la Catedral y el Palacio Episcopal. La Puerta de Doña Urraca, al otro extremo, era el acceso del norte. Y, por último, está el denominado "Portillo de la Traición", por donde entró en la ciudad Bellido Dolfos, perseguido por el Cid, después de haber dado muerte al Rey Sancho II.

Románico en el casco antiguo
El románico es el principal estilo arquitectónico en lo que al casco antiguo se refiere. Ese recinto alberga una veintena de iglesias de este estilo, de las que casi la mitad de ellas se conservan en la actualidad con su estructura primitiva de manera prácticamente completa.

La Catedral es el monumento más representativo de Zamora y data del siglo XII. Destaca en su construcción la cúpula o cimborrio colocado sobre el crucero. La fachada sur, con la denominada Puerta del Obispo, es una de las mejores muestras de la decoración románica de la ciudad. Destacan en su interior la rejería de la Capilla Mayor y el Coro y el Retablo de la Capilla del Cardenal.

En cuanto a las iglesias, son destacables las de San Claudio de Olivares, del siglo XII; la Ermita de Santiago el Viejo o "Santiago de los Caballeros" del siglo XI, lugar donde según la leyenda fue armado caballero el Cid Campeador; la iglesia de San Isidoro, del siglo XII; y la de San Pedro y San Ildefonso, de comienzos del XIII, que fue el templo más grande de Zamora tras la Catedral.

Respecto a la arquitectura civil, son lugares destacables el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, levantado en el siglo XV y reedificado en el siglo XVIII para servir de hospicio. En la actualidad este palacio acoge el Parador nacional de Turismo. El Hospital de la Encarnación se encuentra ubicado en la misma plaza frente al Palacio de los Condes de Alba y Aliste y fue construido en el siglo XVII. Hoy alberga la diputación provincial.

Del siglo XV es el Ayuntamiento Viejo, situado en la Plaza Mayor, mandado edificar por los Reyes Católicos; y el Palacio de los Mornos, de los siglos XV y XVI, en el que destaca la fachada con los escudos de Peñausende, hoy sede de la Audiencia Provincial de Zamora.

Zamora es uno de los destinos nacionales que refleja con mayor acierto la cultura medieval de la historia de España. Su casco histórico, sus iglesias y sus murallas reflejan el pasado de esta ciudad. Paseando por sus calles, los visitantes, además de disfrutar de magníficas construcciones, podrán componer en la retina y revivir los pasajes del romancero tradicional con personajes tan legendarios como el Cid, o revivir las victorias del héroe romano Viriato.

Viajar a Zamora: una leyenda entre murallas románicas

Conocida como la ciudad del Romancero, Zamora es una ciudad de un carácter claramente turístico que alberga grandes acontecimientos culturales. Pasear por su casco histórico supone transportarse varios cientos de años para situarse en una ciudad medieval, imagen que el paso del tiempo no ha hecho desaparecer en esencia. Ciudad clave del románico, sus murallas, iglesias y edificios civiles son modelos de ese estilo arquitectónico y artístico.

La capital zamorana posee una superficie de 10,5 Kilómetros cuadrados con una altitud de seiscientos cincuenta y dos metros sobre el nivel del mar y en la que habitan cerca de sesenta y cuatro mil personas. El clima de la ciudad es de carácter continental.
Con respecto a sus orígenes, su situación, asentada sobre una gran peña que domina el Duero, hace suponer que fue fundada en tiempos remotos. Algunos datos hablan de que fue un asentamiento vacceo, y de su existencia en época romana con el nombre de Ocellum Duri. Es de esta época cuando surge una figura popular, que ha acabado por ser parte de las señas de la ciudad, Viriato. Una imagen del héroe ocupa una de las más bellas plazas de Zamora, que también lleva su nombre, ejemplo que habla de su arraigo en la memoria colectiva de la ciudad.

El origen de su topónimo se remonta hacia la época visigoda, cuando aparece en monedas de los años 610-620 el nombre de Semure. Los musulmanes la llamaron "Azemur" (olivar silvestre) y también "Samurah" (ciudad de las turquesas). El nombre actual aparece en el Salmanticense "como una de las plazas recobradas por Alfonso I a los moros".

Las murallas de Zamora
Pero, sin lugar a dudas, una de las imágenes que más fascina al visitante de esta magnífica ciudad son sus murallas. Edificada sobre las peñas de Santa Marta, éstas sirvieron de cimiento a la primera muralla de la ciudad que se levantó en el 893. Son sus murallas las que consiguieron a la ciudad el apodo de "la bien cercada" por parte de Fernando I, quien reconstruyó la urbe tras haber caído en manos de Almanzor, y la repobló para legársela a su hija Doña Urraca. Para terminar con las frases populares, el intento de Sancho II, hermano de Doña Urraca, de arrebatarle la ciudad sometiéndola a un férreo cerco, hizo acuñar esa paráfrasis de "no se ganó Zamora en una hora".

Las murallas, las puertas de Zambranos o de Doña Urraca y la de Olivares, junto a la casa del Cid, el castillo, las iglesias románicas, los palacios renacentistas y su morfología de calles estrechas y empedradas, presidida por la extraordinaria cúpula de la Catedral, confieren a Zamora un sobrecogedor ambiente medieval. El acceso a esta ciudad medieval desde el sur se realiza cruzando el Duero por el Puente de Piedra. De estilo románico, este puente se levantó entre los siglos XII y XIII a unos cien metros aguas arriba de otro de época romana, del que hoy aún se conservan algunos restos.

Zamora tuvo tres recintos amurallados. El primero de ellos se conserva casi en su integridad y es el más importante, ya que delimita el atolón sobre el que se asienta la ciudad histórica. Esta primera fortificación se realizó en tiempos de Fernando I, en el siglo XII, sobre los restos de anteriores fortificaciones árabes. A lo largo de esta muralla se encuentran algunas de las puertas de acceso al recinto, cargadas de historia. Por ejemplo, la Puerta de Olivares, permitía el acceso desde el puente romano y comunicaba directamente con la Catedral y el Palacio Episcopal. La Puerta de Doña Urraca, al otro extremo, era el acceso del norte. Y, por último, está el denominado "Portillo de la Traición", por donde entró en la ciudad Bellido Dolfos, perseguido por el Cid, después de haber dado muerte al Rey Sancho II.

Románico en el casco antiguo
El románico es el principal estilo arquitectónico en lo que al casco antiguo se refiere. Ese recinto alberga una veintena de iglesias de este estilo, de las que casi la mitad de ellas se conservan en la actualidad con su estructura primitiva de manera prácticamente completa.

La Catedral es el monumento más representativo de Zamora y data del siglo XII. Destaca en su construcción la cúpula o cimborrio colocado sobre el crucero. La fachada sur, con la denominada Puerta del Obispo, es una de las mejores muestras de la decoración románica de la ciudad. Destacan en su interior la rejería de la Capilla Mayor y el Coro y el Retablo de la Capilla del Cardenal.

En cuanto a las iglesias, son destacables las de San Claudio de Olivares, del siglo XII; la Ermita de Santiago el Viejo o "Santiago de los Caballeros" del siglo XI, lugar donde según la leyenda fue armado caballero el Cid Campeador; la iglesia de San Isidoro, del siglo XII; y la de San Pedro y San Ildefonso, de comienzos del XIII, que fue el templo más grande de Zamora tras la Catedral.

Respecto a la arquitectura civil, son lugares destacables el Palacio de los Condes de Alba y Aliste, levantado en el siglo XV y reedificado en el siglo XVIII para servir de hospicio. En la actualidad este palacio acoge el Parador nacional de Turismo. El Hospital de la Encarnación se encuentra ubicado en la misma plaza frente al Palacio de los Condes de Alba y Aliste y fue construido en el siglo XVII. Hoy alberga la diputación provincial.

Del siglo XV es el Ayuntamiento Viejo, situado en la Plaza Mayor, mandado edificar por los Reyes Católicos; y el Palacio de los Mornos, de los siglos XV y XVI, en el que destaca la fachada con los escudos de Peñausende, hoy sede de la Audiencia Provincial de Zamora.

Zamora es uno de los destinos nacionales que refleja con mayor acierto la cultura medieval de la historia de España. Su casco histórico, sus iglesias y sus murallas reflejan el pasado de esta ciudad. Paseando por sus calles, los visitantes, además de disfrutar de magníficas construcciones, podrán componer en la retina y revivir los pasajes del romancero tradicional con personajes tan legendarios como el Cid, o revivir las victorias del héroe romano Viriato.

Viajar a Zaldierna, en el corazón de La Rioja

Zaldierna es una pequeña aldea que caminando despacio se recorre de punta a punta en apenas diez minutos. Sin embargo, no por ello deja de ser necesaria una guía. Cada una de sus calles os mostrará todo el encanto de una aldea rural de montaña, con sus casas sólidas de paredes de piedra y sus anchos muros. Algunas de ellas, de tan juntas, apenas dejan pasar la luz del sol e invitan al recogimiento. Otras, anchas y luminosas, nos conducen a la plaza de la Iglesia de San Sebastián, enmarcada por sus tilos centenarios. La calle del Río, la calle del Molino, la Fragua, el Horno... Sus pisos empedrados os llevarán un siglo atrás, cuando el tiempo y las vidas se medían por los ritmos de la naturaleza.

La aldea de Zaldierna se encuentra en medio del valle del alto Oja. Es un valle relativamente pequeño de aproximadamente veinte kilómetros de longitud total desde su entrada por la villa de Ezcaray hasta la cima de La Cruz de la Demanda. Aunque más exactamente deberíamos considerar a este bello municipio como su salida, dado que el Oja nace en la Sierra de la Demanda y discurre hacia el este en busca del Ebro. Aquí debajo podéis ver en panorámica la bella imagen del Oja a su paso por Ezcaray y la vista excepcional que nos ofrece la montaña de Santa Bárbara, justo a los pies de su ermita.
Si seguimos en su descenso el curso del río Oja, iremos descubriendo un valle que poco a poco se va separando, dejando a sus márgenes laderas empinadas de abruptas pendientes. Actualmente y debido a la despoblación de los años 60 del siglo pasado y también a la normativa europea sobre la producción de leche de vaca, encontraremos que los antiguos cercados de cultivos, desde cereales de altura a la rica huerta, han dejado paso a extensas zonas verdes donde pacen las vacas. Ganado vacuno dedicado enteramente a la producción de sabrosa carne.

El río Zambullón, afluente del río Oja, divide la aldea de Zaldierna en dos partes asimétricas. Siguiendo su corriente, la margen izquierda es la más grande de las dos, quedando a la derecha el conjunto de la Iglesia de San Sebastián y el edificio del horno, al margen de algunos edificios más. Este río Zambullón, también conocido como Aia, es el que pasa bajo los puentes que unen la iglesia con el resto de la aldea.

Los rincones de la aldea de Zaldierna

El horno de Zaldierna
Igual que otros edificios de la aldea, era el horno un lugar público y comunal donde los vecinos hacían pan para toda la semana. El bien más preciado, la levadura, era guardado por diferentes familias de manera que siempre quedara para poder seguir haciendo pan.

La Iglesia de San Sebastián y el Arenal: la Plaza de los Tilos
Es sin ningún género de dudas el lugar más destacado de Zaldierna. Construcción del siglo XVIII, ha sido declarada por la Comunidad de La Rioja como patrimonio artístico, y nada más llegar ofrece al viajero una imagen inconfundible, con su puente de piedra y sus fuertes paredes amuralladas. La iglesia ha resistido el paso del tiempo y ofrece aún hoy en día un aspecto imponente, con sus muros altos, sus árboles frondosos -tilos mayoritariamente- flaqueándola y su vista elevada sobre la aldea y sobre el valle del Oja. Su mirador ofrece unas tomas ideales y un lugar especialmente adecuado para reposar y pensar.
Para su construcción se utilizó mampostería en tímpanos y muros, y se dejó para la bóveda y los estribos el sillar y el sillarejo. Está formado por un arco de medio rebajado, realizado con pequeños sillares de tosca labra que arranca de estribos fabricados con el mismo aparejo (40 y 35 cm). La bóveda es de 2,90 metros y la rosca presenta dos dovelas irregulares de distintos materiales, entre los que abundan la pizarra. El resto de la obra, tímpanos y pretiles, el material empleado ha sido la mampostería, que aguas arriba ha sido reforzada con mortero de cemento durante el pasado siglo XX.


Los tilos de la Plaza del Arenal
Estos árboles tienen una historia especial: fueron plantados por los niños de la escuela de Zaldierna en los primeros años de la década de 1930. Celebraban entonces ya "La fiesta del árbol" y los niños se encargaban de cuidarlos. Hoy la mayoría de aquellos niños ya no están con nosotros y los que quedan son ancianos venerables que nos recuerdan su historia. Hoy en día todavía existen algunos de aquellos tilos. Ya no se pueden abrazar con los dos brazos debido a lo grandes que se han hecho.

La escuela de Zaldierna
A pesar de que muchos niños y niñas tenían que perderse días de escuela debido a que eran necesarios en las tareas del campo y con los animales, esta escuela ha dado instrucción durante muchos años a todos los pequeños de Zaldierna. Clase única, desde los más mayores a los más pequeños, compartían un único maestro que les enseñaba. Todos los niños que lo fueron durante la primera mitad del siglo pasado, con edades entre los 6 y los 14 años, pasaron por este edificio -hoy casa particular- para aprender.

El molino de Zaldierna
Es el molino otro lugar de importancia para la aldea. Según nos indica Joaquín Giro Miranda en 'Memorias de un pastor riojano. El pan en La Rioja': "A principios de siglo se ha constatado la existencia en la cuenca del río Oja de molinos comunales o de 'adra', voz que significa 'turno' y que Merino y Urrutia cita en las aldeas de Posadas, Azarrulla, Zaldierna, Urdanta, Altuzarra y Ayabarrena, donde se ha sustituido el viejo rodete de piedra o de madera por el de hierro. Al perderse estos molinos en las aldeas tuvieron que moler en Ezcaray y Valgañón, al igual que los vecinos de Zorraquín".
El molino de Zaldierna estaba en sus afueras, a pocos pasos de su salida pasando por delante de la escuela.


La fuente de "El Solano"
Hasta que hace muy pocos años Zaldierna no se dotó de unas instalaciones modernas de agua corriente, con unos depósitos en condiciones, lo habitual en la aldea era recoger el agua de las fuentes. En medio de la aldea destaca la fuente de "El solano". Servía para dar de beber a los animales y también a las personas quienes, sobre todo en verano, acudían a ella a llenar los botijos y los barriles de la fresca y rica agua que manaba. Y que también hoy sigue manando.

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