domingo, 6 de enero de 2008

Viajar a Venecia, entre la vida y la muerte

Venecia es una ciudad encantada, es magia y belleza. Esta ciudad es para muchos la más hermosa del mundo, la más romántica y la más cercana a la nostalgia, o por lo menos a la idea que uno tiene de este sentimiento. Seguir la senda de los canales venecianos es una experiencia única en la que se pierde toda noción del tiempo y lo cierto es que sus aguas no huelen tan mal como se ha llegado a decir. Por ello, adentrarse en el Gran Canal es una visita obligatoria.

Venecia es una ciudad que se debate entre la vida y la muerte. Los mercados y puestos de frutos que se encuentran una vez cruzado el puente de Rialto aportan dinamismo a esta ciudad que respira humedad en todos sus rincones. Pero esta sensación de vida se mezcla con el color negro de las góndolas, en señal de luto por el respeto a los muertos que transportaban en la época de las grandes epidemias. Sólo tres puentes atraviesan el Gran Canal: el de la Academia -de madera y situado en el sur-, el Rialto -el más bello, famoso y céntrico- y el de los Scalzi -el más grande y orientado al norte-.
Italia es un país en el que hay que pagar para todo, por lo que siempre es conveniente llevar unas liras en el bolsillo. A la hora de realizar un viaje en góndola, también es recomendable regatear con los gondoleros, ya que inicialmente el precio que solicitan al turista por un pequeño paseo es escandaloso. Pero el turista no puede abandonar Venecia sin conocer el Puente de los Suspiros, llamado así por ser desde este lugar donde los condenados a muerte veían por última vez Venecia y suspiraban por la partida eterna lejos de la ciudad de sus amores. La capital del Véneto es muy diferente al resto de ciudades italianas. A pesar de que el arte constituye un verdadero atractivo, en Venecia resulta más gratificante dejarse perder por las callejuelas de su barrio antiguo, sus rincones cargados de belleza y misterio.

Venecia se sostiene por el equilibrio exacto entre el agua dulce y el agua salada. El día en que una de ellas se imponga, se hundirá para siempre. Pero no es algo que preocupe en exceso a los venecianos, que están acostumbrados a vivir, trabajar y a trasladarse entre obras de arte.

La plaza de San Marcos, fuente de inspiración de Goethe y Lord Byron
No obstante, en Venecia hay una serie de lugares de obligada visita. La catedral de San Marcos es una joya arquitectónica, por dentro y por fuera, que refleja una mezcla de estilos. El Palacio Ducal cuenta con pinturas de Tintoretto, Veronés y El Bosco, por lo que su visita es muy recomendable.

Sería eterna una lista de lugares venecianos para visitar, ya que la capital del Véneto cuenta con numerosos palacios -Ca d'Oro, Vendramin- Calergi, Ca'Foscari, Bernardo-, iglesias y museos pero si la estancia del turista en esta ciudad va a ser corta es mejor pasear dejándose llevar por sus encantos y tomar una café en la misma plaza San Marcos, de la que Napoleón dijo que era "el salón más elegante y hermoso del mundo" y en el que Lord Byron y Goethe pasaban largas tardes inspirándose para escribir sus grandes obras.

Cuando uno se sienta en esta plaza comprende por qué Byron inventó el romanticismo como un modo de vida y por qué Goethe quería vender el alma al diablo a cambio de la belleza y la inmortalidad. A escasa distancia de la plaza de San Marcos está la casa del músico Antonio Vivaldi, donde compuso sus mejores obras.

Los talleres artesanales
Desde el siglo X los mercaderes de Venecia se lanzaron a los siete mares. Así empezaron a forjarse las grandes fortunas y los artesanos empezaron a especializarse en el arte del tejido, el bordado, el dorado o el cristal. Sin embargo, a partir del siglo XVII empezó el declive de estos oficios, que estuvieron a punto de desaparecer tras la II Guerra Mundial.

Algunos nombres lograron sobrevivir. Destaca el encaje, cuya técnica, denominada punto en aire, nace en el siglo XVI. En el trabajo de la seda quedan pocos artesanos, el más famoso de los cuales es el español Mario Fortuny. El cristal de Venecia también ocupa un lugar de honor, así como la fundición o el dorado con pan de oro. El visitante puede acudir a los pequeños talleres donde se trabaja el cristal de Murano. Y es que si Milán y Roma son las ciudades de la moda, la capital del Véneto constituye un estupendo atractivo para todos aquellos interesados en la artesanía tradicional.

Venecia es una ciudad diurna y los noctámbulos solo tienen tres discotecas en la isla. La población juvenil huye cada de noche de fiesta a la vecina e industrializada Mestre. Por la noche, la ciudad aumenta sus rasgos melancólicos pero desplazarse en vaporetto -autobús marítimo- o en taxi -lancha motora- resulta difícil y caro. La capital del Véneto es pues una ciudad que se ha de disfrutar durante el día o, todavía mejor, en el crepúsculo.

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